Capítulo 25

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Me despierto y aún en la cama, cojo el móvil y muchísimas notificaciones aparecen en él. Por mucho que fuéramos a un restaurante más o menos privado, parece ser que los paparazis nos siguieron e hicieron fotos que están por toda la prensa. Han pasado no sé cuántos días ya, y el encuentro entre Chris y yo sigue siendo noticia.

Lo peor es que creo que Roderick está molesto ya que le dije de quedar y me dijo que estaba ocupado. Técnicamente no debería estarlo ya que en ningún momento hablamos de exclusividad, pero joder, solo quedé para comer, y encima en las fotos no se ve nada.

Bueno, quizás el beso que le di cuando llegué para saludarle. Pero fue en la mejilla. Aunque puede que el ángulo fuera algo comprometido.

Encima en unas horas nos vamos ya para pasar las Navidades y... si nuestra relación es complicada, ahora lo va a ser más.

Me meto debajo del edredón.

Decidido, no voy a salir. Voy a quedarme aquí a vivir.

Creo que vuelvo a quedarme dormida porque noto cómo alguien salta encima de mí.

— ¡Eveeeee! ¡Que nos vamos ya! ¡Levántate!

—Déjame, Elle. He decidido que no voy.

Empieza a zarandearme.

— ¡Venga!

—Elle, he dicho que no, que me quedo aquí.

—Pero, ¿por qué?

Saco la cabeza que tenía escondida y miro mal a mi hermana.

—La prensa no me deja tranquila, y no quiero estar con gente extraña.

Y después de días encontrándome con Roderick, ahora de la nada ha decidido volver a la ley de hielo. Pero claro, esto no se lo puedo decir.

—Eve, la prensa nunca te deja tranquila, eso lo primero, y segundo, conoces a todos los Lambert.

— ¡Pero no durante dos semanas enteras! ¡Día y noche, Elle! ¡Día y noche!

Mi hermana empieza a reírse.

— ¡No te rías! Tú solo estarás por una semana, mientras que yo me quedaré dos semanas. —Ella sigue descojonándose—. No puedo creer que rechazara un desfile por esto... —Mascullo.

— ¡Venga! ¡Qué seguro que nos lo pasamos bien, ya verás!

La miro mal, pero acabo cediendo. Menos mal que ayer terminé de preparar la maleta, y solo debo preocuparme por lo que me pondré.

—Bien, voy a preparar la maleta.

— ¿No la has preparado aún? —Pregunto sorprendida.

Se encoge de hombros.

—Nos quedan una hora todavía hasta salir.

Mientras escojo la ropa, niego con la cabeza.

—No tienes remedio.

Me sonríe con autosuficiencia.

—Tampoco es como si tuviera demasiado que elegir, preparé la maleta directamente con lo que me llevaría y no he sacado nada. Excepto alguna cosa que tenga por aquí, la verdad es que no tengo que preparar apenas nada.

Pongo los ojos en blanco y después de coger unas mallas de deporte y un jersey morado, me dirijo al baño. No sé cómo irá lo de los baños allí. Lo mismo es la última vez que puedo ducharme en dos semanas.

¿Puede que esté dramatizando? Lo confirmo, pero no me importa.

Cuando ya lo tenemos todo metido en el coche. Vamos en el que suele llevar Charles, ya que el de mi padre tiene solo cinco plazas, y este es de siete. Mis padres se colocan delante, siendo mi padre el piloto, al lado mi madre, mis abuelos detrás y ya, por último, nosotros tres.

—Quiero decir que me parece muy mal que os hayáis puesto todos ahí delante, porque no puedo escoger la música, y de todos vosotros, yo soy la única que tiene buen gusto aquí. —Digo en el momento en el que me siento en medio de mis dos hermanos.

— ¿Perdona? —Pregunta Max sorprendido.

Me encojo de hombros.

—Es la verdad, tú solo escuchas rap y lo siento, pero no se entiende una mierda, Elle, música clásica que no tiene letra y me aburre, nuestros padres, música antigua, y los abuelos... ¿hace falta siquiera decirlo? Más vieja aún.

—Caroline últimamente está escuchando reggaetón. —Comenta mi abuelo.

— ¡¿Qué?! —Eso lo exclama Elle, que parecía que estaba medio dormida ya que tenía apoyada la cabeza en la ventana.

—Lo que oyes, no me he levantado de la cama y ya está con el pum, pum.

— ¡Me anima!

—No esperaba esto de ti. —Comenta mi padre entre risas.

—Podríamos poner algo de eso en honor a Eda. —Digo.

Mi hermano me mira mal.

— ¿Eso te parece mejor que lo que escucho yo?

—Al menos, entiendo la letra, lo tuyo es imposible.

Max masculla, pero me da igual.

Mi madre termina por hacerme caso y aquellas canciones que me sé las termino cantando en voz alta, y en bastantes de ellas Eda se une a mí.

Llegamos por fin y cuando papá aparca, y Max sale, suelta:

—Por fin no tengo que aguantar más gallos, Dios mío, qué trayecto más largo.

Mi hermana se estira, antes de ir por las maletas.

—A mí se me ha hecho bastante corto la verdad.

— ¡Normal! ¡Te lo has pasado dormida todo el tiempo! —Le replica su mellizo.

—Mi culpa no es si tienes envidia de que yo tenga facilidad para dormir.

—Todos tenéis facilidad para dormir. —Comenta mi madre mientras me da la maleta.

—Sobre todo vuestra madre. —Suma mi padre.

— ¡Oye! —Responde en lo que le da en el brazo.

—No sé cómo en todo este tiempo no me has roto el brazo.

—Porque estás fuerte por los entrenos. —Le contesta dándole un beso en la mejilla.

Mis hermanos y yo ponemos los ojos en blanco porque ahora se han puesto cariñosos. Pasamos de ellos y nos vamos dirigiendo hacia la casa, que es enorme, porque somos un montón.

— ¡Comportaros que hay niños! —Exclama mi hermano mirando hacia atrás y comprobando que efectivamente se han quedado donde estaban.

Mis padres se ríen y entonces nos siguen.

Llegamos a la puerta.

Madre mía.

La que me espera.

La que me espera

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Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora