Capítulo 53

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Creo que mis padres vendrán en nada. Los paparazis ya no están fuera, lograron echarlos y Roderick y yo estamos en la cocina desayunando. Si mirar la comida pudiera considerarse como desayunar.

—Cuando tuvimos aquella fiesta en la piscina en la que dijiste que todas las modelos no tenían cerebro... ¿por qué el día anterior que yo te conté que quería dedicarme a ello tú dijiste que sí? ¿pensabas que era tonta?

Roderick se gira hacia mí en silencio pensativo. Decido darle tiempo a responder, a fin de cuentas, le acabo de sacar el tema así de la nada.

— ¿Estás hablando de hace más de cinco años?

—Sí.

Se pasa una mano por el pelo.

—No lo dije porque pensara que eras tonta ni mucho menos, Giselle me había dejado.

Abro los ojos.

— ¿No dijiste que eráis amigos? ¿O que siempre lo habíais sido?

—Estabas bastante atenta. —Señala.

Pongo los ojos en blanco restándole importancia.

—Me encantaba cotillear.

Y es la verdad, con el paso del tiempo dejé de interesarme por las noticias sobre la vida de los demás, y me fui centrando en mí y en las personas que me importan. Pero en aquellos tiempos, me encantaba enterarme de la vida de los demás, de los rumores y de la posibilidad de que fuera real lo que se estaba diciendo.

—Bueno, era mi primera novia, o lo que yo pensaba que era mi novia, y me dejó porque se iba y lo asocié con eso.

—Pero cuando yo te lo dije no dijiste eso.

—Porque no pensé ni pienso de esa forma. Lo dije en general, pero me refería a ella. Nunca me referí a ti.

—Es solo que...

Llaman al timbre y Roderick se levanta a abrir.

—Eve, nunca fue hacia ti o hacia nadie de tu gremio, era por ella. Tienes que creerme. He visto cómo trabajas, lo que ha conllevado a tu vida, no pienso que seas estúpida ni nada parecido.

Escucho bastantes voces por lo que intuyo que mis padres no han venido solos.

— ¿Me crees?

Asiento con la cabeza. Al fin y al cabo, han pasado bastantes años.

No da tiempo a hablar más porque entran todos: Dereck, Sabrina, mis padres, Lorena, Kevin y en video llamada mi hermana y Gabe. De Max no hay nada.

Todos se sientan en el sofá, excepto los dos agentes que están de pie hablando mientras están ocupados con sus móviles y Roderick y yo que nos sentamos en dos sillas frente a todos. Me siento intimidada.

—Mamá, apoya el móvil en algún lado para que veamos mejor la situación. —Dice mi hermana.

—No te quejes que encima de que te hacemos el favor de que estés aquí. —La regaña papá.

—Alguien tiene que apaciguar las aguas.

— ¿No estás enfadada? —Pregunto a mi hermana.

Tanto ella como Gabe comparten pantalla.

Ambos se miran y mi amigo asiente.

—Estamos molestos por enterarnos así, pero nos puede más el cotilleo.

Mi hermana asiente conforme.

Me sale una sonrisa estúpida y ambos sonríen como apoyo. Al menos tenemos a dos en nuestro bando. Solo nos quedan cuatro más, y Max... pero mi hermano creo que necesita tiempo.

Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora