Capítulo 30

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Después de despedirme de Roderick, me voy a mi dormitorio. Me pongo el pijama, esta vez rosa con dibujos de helados también de pelito calentito. Algo de las cosas que más me gustan del invierno es poder llevar estos pijamas.

Me meto en la cama y me duermo demasiado rápido.

Quizás es por ello por lo que me despierto nada más escuchar cómo se abre la puerta.

Enciendo la luz.

— ¿Qué haces aquí?

Roderick está con su pijama también puesto, ¿y una almohada?

— ¿Ese es el pijama que llevas puesto?

Miro hacia abajo y me pongo roja.

La otra vez pasó igual.

Me sonríe divertido.

—Se supone que solo iba a verlo yo.

—Mis padres están follando y los escucho.

— ¿Y mi hermano?

Arquea la ceja y ruedo los ojos porque obviamente sé la respuesta.

—No hay quién lo despierte.

—Efectivamente.

— ¿Y por qué estás aquí? ¿Puedes dormir con Kenneth en la cama que era de tu hermano?

Frunce el ceño, poniendo cara de asco.

— ¿Quieres que me vaya?

La voz es diferente, como un poco desafiante.

Niego con la cabeza, y aparto las sábanas del lado de mi cama que estaba vacío.

Roderick coloca su almohada sobre la mía y me agarra pegándome sobre su pecho. Se incorpora lo suficiente para apagar la luz de la mesita de noche, y cuando por fin está apagada, me susurra al oído:

—Buenas noches, Evie.

—Buenas noches, Ro-Ro.

Escucho el murmuro de su risa justo antes de volverme a dormir.

Para cuando me despierto, Roderick ya ha salido de mi habitación. Supongo que ante el miedo de que alguien lo vea salir y comience a hacer preguntas. Preguntas que obviamente no queremos responder porque esto sigue siendo un secreto que queda entre los dos.

Me cambio en un jersey con unos pantalones y unas botas negras. No sé si voy a salir, pero no me extrañaría que me dijeran de unirme a dar un paseo, mamá está bastante pesada con que me relacione más con los miembros de mi familia. Al menos ya no me presiona por hablar con los demás, simplemente le basta con que esté más con mis abuelos. Así que a ello no puedo decirle que no.

Cuando bajo a desayunar mi madre y mi abuela se encuentran preparando el desayuno.

— ¿Dónde está todo el mundo? —Me atrevo a preguntar.

—Mira quién viene para que le den de comer. —Dice Eda.

La verdad es que tiene razón porque me siento en la isla a esperar a que me traigan las cosas. En otro momento me levantaría, pero la he visto cómo me prepara mi chocolate caliente y las tostadas, así que no voy a quejarme.

—Se supone que han salido a por leña.

— ¿Todos?

—Roderick, te he dicho ya que... —Escucho a Sabrina mientras entra con su hijo.

Entre los dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora