Ella no es de embriagarse, pero ella bebe.
Ella no es de apostar, pero ella juega.
Ella no es de ir a fiestas, pero ella baila.
Ella no es de enamorarse, pero ella enamora.
Ella es muy buena con las armas, por ende ella asesina.
Ella no cree en el d...
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Es el jugador quien dispone los movimientos.
En cuanto lo perdimos de vista, los Massey se relajaron y solté el aire que no sabía que retenía en mis pulmones.
—¿Estás bien? —Me preguntó Riden, tocando mi hombro.
Rush inmediatamente dirigió su intensa mirada grisácea a mí. Ésta me observó con preocupación pero asentí, respondiéndole a ambos. Riden miró a su hermano mayor y él accedió con su cabeza, de acuerdo con lo que Riden silenciosamente le pidió.
—Voy a buscarla —avisó Rise, soltándose su corbata—. Yo también me cansé de esta mierda.
Capté qué era lo que querían hacer y no discutí. Yo también me quería ir, además, los tacones ya me estaban matando. Rise no tardó mucho en encontrar y traer a Mila hacia nosotros, así que la fuga del evento fue algo tranquila hasta que llegamos a la limosina y el conductor le avisó a Rush, cuando éste le dio la dirección del hotel, que su padre había dado órdenes distintas.
—Maldita sea —se lanzó en el respaldar del asiento.
La limosina empezó a andar, causando que me desesperara. Esto era secuestro. Delicado, sí, pero aun así secuestro.
—Quizás podemos dejar a Larissa antes de ir —trató de razonar Mila con el chofer.
—Lo siento, señorita, pero lo que demandó su padre fue que estuvieran todos —habló el chofer, viéndola de reojo por el retrovisor.
Mila también se dejó caer en el asiento.
—Rush... —Riden le dedicó una mirada cargada de palabras a su hermano mayor.
—No podemos decir que no —contestó el espécimen entre dientes.
—Pero sí podemos dar pelea —Rise se encogió de hombros.
—Haríamos las cosas más difíciles —indicó Mila.
—No hay más que hacer —me oí decir. Cuatro pares de ojos estaban mirándome como si estuviera loca y tragué en seco—. Haremos lo que nos toque. Aunque logre salir de aquí antes de llegar, me irá a buscar —señalé lo obvio mientras que el desespero recorría mi cuerpo. ¿Por qué? Ni siquiera había conocido al gran Massey ya estaba volviéndome loca. ¿Qué demonios me estaba pasando?—. Acabemos con esto de una buena vez.
A pesar de las miradas, los Massey asintieron sin decir nada más, así que fue un viaje largo, estresante, y cargado de nerviosismo por mi parte el cual aumentó cuando llegamos a la mansión de los Massey. Quizás era la emoción, o el escalofrío que se desplazó por mi columna. No lo sabía. Era posible que también mi cuerpo reaccionara ante el peligro, tratando de avisarme que saliera corriendo de ahí, tal y como cuando conocí a Rush por primera vez que también sentí la ansiedad de los Massey junto a la mía elevarse por los cielos cuando salimos del auto, encontrándonos en la entrada principal de semejante villa.