9

667 151 105
                                    

Demasiado juego para ser una ciencia y demasiada ciencia para ser un juego

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Demasiado juego para ser una ciencia y demasiada ciencia para ser un juego.


—Yo creo que sí —habló en mi oído pegándose a mi espalda.

Instintivamente mi codo fue directo a su pecho y mi mano a sus pelotas, acto que lo dejó en el piso jadeando. Me puse a su altura, agachándome.

—Vuelve a siquiera acercarte a mí y te juro que tu aparato reproductor no va a ser el que sufra más de todo tu cuerpo —amenacé—. ¿Estamos?

El tipo asintió. Me levanté y fije de nuevo mi vista a la maldita puerta en donde el idiota de Zach había entrado, pero, casualmente ahora estaba abierta. Sip, abierta de par en par. Tenía dos teorías; o qué Zach y su amigo drogadicto ya habían salido de ese lugar o qué era una clara invitación a mí y a mi curiosidad, o sea, una trampa.

—¿En dónde carajos has estado? —Preguntó la voz de Zach en cuanto mis pies dieron un solo paso en dirección a la puerta misteriosa. Sí, era una jodida curiosa de mierda. Abrí los ojos como platos cuando él me volteó y quedamos cara a cara—. Drake me ha llamado completamente cagado porque no te había visto en más de una maldita hora y temía que los bastardos que están aquí te hubiesen... hubiesen...—se trabó en lo que sea que iba a decir y sólo me dio una mirada furiosa. De acuerdo, me olía a qué hay gato encerrado aquí.

—¿Me hubiesen qué? —Cuestioné, curiosa.

—Nos vamos —zanjó el tema y empezó a caminar de vuelta por donde había llegado con mi muñeca en su mano.

Estúpido niño rico de mierda. Zafé mi muñeca de su agarre de muerte haciendo que él me diera una mirada de ¿qué demonios crees que haces? furiosa.

—Me quedaré un rato más si no te importa —dije, perdiéndome de su vista.

Entre todas las cosas estúpidas y ridículas que había hecho ese día, esa fue una de ellas, aunque vamos, si no lo hubiese hecho nunca hubiese conocido a Rush y esta historia hubiese tenido un final diferente, así que, digamos que sólo un 3,4% de mí no se arrepiente por haber mandado a Zach a la mierda.

Entre la desesperación por esfumarme de la presencia de Zach sin que me encontrara tres minutos después mirándome enfadado y las ganas gigantescas que tenía de salir de la maldita casa, subí las escaleras a un segundo piso en un intento de pasar desapercibida. Nada, no había más que un pasillo y más de cinco puertas en él. Suspirando, subí la segunda escalera y ésta me dio con una terraza, gente, una mesa de póker y, por supuesto él. Sep, ahí estaba él. Por un momento me quedé sin aire. ¿Quién demonios era él y por qué carajos irradiaba tanta hombría?

No, no era hombría lo que irradiaba. Era peligro. Sí, peligro estaba escrito en toda su frente y más claro imposible, pero yo era mujer. Y entonces, si una mujer no es guiada por esos momentos nada más que por la lujuria y el deseo de tenerlo entre tus piernas y hacerte gemir alto y soltando palabrotas, entonces no eras mujer.

Let's PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora