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Las apuestas eran altas, y mi desesperación también

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Las apuestas eran altas, y mi desesperación también

Kendall

Octubre, 19.

—Kendall.

Quise golpearme contra la barra al escuchar la voz urgida de Rise, pero lo único que pude hacer fue jugar con el vaso del chupito entre mis dedos antes de bebérmelo de un trago. El sabor dulce de fresas bajó por mi garganta, y dejé de contar los siete chupitos que me faltaban por beber al girarme en el taburete para encararlo, dedicándole una mirada aburrida.

—¿Terminaste de rogarle a las demás que ahora vienes a rogarme a mí? —ataqué, buscando a ciegas tras de mí y vaciando otro shot de un tirón al conseguirlo. No podía hacer esto sobria—. Eso es bajo, Rise. Incluso para ti.

Su rostro se crispó de exasperación, pero no respondió con su usual sarcasmo. No. Tan solo me miró con una urgencia y seriedad que me hizo removerme incómoda en mi asiento. Iba a exigirle que dejara de mirarme así cuando otro preocupado 'Ndrangheta apareció. Fruncí el ceño cuando negó con la cabeza.

—No están —dijo Riden.

La preocupación de Rise me envolvió, traspasando el techo, y maldijo entre dientes, volviendo sus gemas verdes hacia mí por un segundo antes de volver a su hermano.

—Buscaré a Milanna. Rebusca otra vez, pero en esta encuentra al maldito de Drake —Riden asintió y se fue sin decir otra palabra más—. Vienes conmigo —sentenció, aprisionando mi brazo y sacándome del taburete antes de que pudiera exigirle que me dejara en paz.

—¡Quítame las manos de encima! —Gruñí, removiéndome ante su agarre de muerte—. ¡¿Tan poca atención te dieron cómo para que reclames la mía?!

Rise me ignoró por completo, arrastrándome hacia donde la gente seguía moviéndose al ritmo de la música. Encontramos a Mila sonriendo entre los brazos de algún tipo, bailando tranquilamente. Rise no perdió el tiempo y la arrebató de los brazos del tipo que quedó pasmado ante la abrupta interrupción. Mila soltó un sonido estridente de frustración, escuchándose hasta en el infierno, pese a que la música estaba muy alta, pero Rise hizo caso omiso a su rabieta y la cantidad infinita de maldiciones que salían de la boca de su hermana.

Rise siguió así hasta llegar al tercer piso del recinto. Una vez dentro de una espaciosa oficina, nos soltó de mala gana, clavando esas gemas de jade en la computadora del escritorio.

—Dame acceso a las cámaras, Mila —su voz sobresalió por encima de la rabieta sin fin de su hermana.

—¡Vete al infierno! ¿Qué diablos te pasa? ¡Me arrastraste por todo el lugar como una de las miles de mujeres que...!

—¡¡Dame acceso a las malditas cámaras, Milanna!! —Rugió de golpe, plasmando las manos en el escritorio de caoba—. ¡Ahora!

La incomodidad que sentía abajo se esfumó junto a la nubosidad del alcohol que tenía encima desde que mi culo se sentó en esa barra, siendo reemplazado por un estado de alerta. Mila volvió a lanzarle palabras venenosas a su hermano, pero esa actitud...

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