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Cada uno de nosotros tiene el corazón de un jugador, pero no todos tienen la mente de uno

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Cada uno de nosotros tiene el corazón de un jugador, pero no todos tienen la mente de uno.


—¿Qué te hace pensar que te dejaré...?

La callé con un rápido beso en sus labios.

—Sube tu culo, mujer —le dije antes de entrar al McLaren y abrirle la puerta del copiloto desde adentro.

—¡No es justo! —Chilló pero entró de igual forma, cerrando la puerta de un portazo.

—Tienes clases y yo estoy más que libre para llevarte. Deja de ser tan independiente, princesa —le dije, encendiendo el auto, ignorando su mirada de muerte en mi dirección.

Tuvo varios orgasmos. Cinco. Joder, y fueron los mejores orgasmos que le pude dar en toda mi puta vida. Terminando ahí, quise saber más de ella, por lo cual la hice vestirse y fuimos a la sala de su departamento para hablar hasta que me dijo que tenía clases a las dos de la tarde.

Había dejado mi Lusso en el parking del edificio de Larissa para tomar el McLaren y darle un aventón hacia su clase... Cosa que debí haberle hecho sin avisarle porque la había puesto de mal humor. Era encantador de que no me importara en absoluto. 

El trayecto hasta su auditorio fue silencioso. Ignoré sus miradas de muerte y sus mohínes que solo hacían que la quisiera desnudar más y conduje lo más civilizado que pude por las calles de Monrrow. 

—¿Cuántas veces te he dicho hoy que es absolutamente innecesario que me tengas que llevar a clases debido a que puedo condenadamente bien conducir semejante bestia que me prestaste o caminar por mi cuenta? —Masculló ella una vez llegado al lugar.

Rodando los ojos, me bajé del auto y le abrí la puerta del copiloto.

—¿Cuántas veces te tengo que decir que no me importa? —Cuestioné yo en su lugar cuando salió del auto a regañadientes—. Además no tienes coche, y yo tengo la tarde libre.

—Tenía, ¿recuerdas? —señaló al McLaren con reverencia. 

—Sí, pero no me importa llevarte —me encogí de hombros. 

—Lo del caballerismo te lo estás tomando muy en serio, Rush —respondió mordazmente.

Le di una sonrisa.

—Alguien tiene que cuidarte.

Larissa resopló.

—Puedo...

—¿Rush? —Interrumpió una voz que conocía demasiado bien.

Aparté la mirada de Larissa para posarla, no a mi favor, en la única persona que no quería volver a cruzarme en lo que restaba de vida.

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