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En el juego se obtienen las experiencias

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En el juego se obtienen las experiencias.


—Mamááá —dijo Drake, alargando la palabra—, tengo hambre —lloriqueó.

Eran las siete y media de la noche para cuando todos los Anderson llegaron a casa para comer el gran puré de papas de su madre acompañado por su famosa lasaña. Ni a Kira ni a Lainey les dio tiempo de cambiarse de ropa dado a que según ellas, su estómago estaba rugiendo.

Desde que Jess me encontró en la cocina nuevamente, ella, Drake, Zach y yo pasamos la tarde hablando estupideces y con unos cuantos cuestionarios dirigidos a mi persona. Gracias al cielo eran preguntas que yo podía contestar. Su madre llegó momentos después con el señor Anderson. Él se llevó a Zach para una charla de negocios mientras que el resto nos quedamos en la cocina para ayudar a Lindsay con la cena.

—Saca tus manos de la salsa, Drake —regañó su madre.

Ya todo estaba servido, la lasaña, el puré de patatas, el jugo... Todo estaba en la mesa listo para ser devorado, lo que no entendía era porque nadie estaba comiendo. O sea, amigos, sé que soy una mujer, pero aun así necesito que en mi sistema digestivo esté toda esa comida, ¿qué mierda estaban esperando?

—¡Mamá! —Se quejó él.

Solté una risita. Todos estaban sentados en la mesa. Por desgracia, a mí me tocó estar sentada entre los dos hermanos Anderson mientras que a Jess le tocaba sentarse al lado de su papá. Ella me articuló un lo siento cuando Drake se sentó en mi lado y Zach en el otro sin dejar que Jess se sentara conmigo, como debía ser.

—Mamá, ¿puedes decirme qué demonios estamos esperando? —Preguntó Kira, frustrada—. Tengo hambre.

Su madre se rindió.

—Trato de que a nuestra invitada mis hijos no les parezca una cuerda de animales salvajes —suspiró ella.

Esta vez, solté una carcajada. Lindsay me miró divertida.

—¿En serio estaba esperando eso? —Reí—. No se preocupe. Sin tener que ver a Zach y a Drake comer sé que son unos simios —contesté riendo.

Todos, incluyendo a los dos simios en la mesa, estallaron en risotadas.

—Bueno, siendo así, buen provecho —dijo Daniel.

Se escucharon algunas palabras de agradecimiento puro mientras que todas las manos estaban tomando cantidades exorbitadas de comida para llenar sus platos. Miré a las tres hermanas menores de Zach y cómo se llenaban sus platos. Reí, ¿ellas no deberían mantener una dieta libre de cualquier cosa placentera en el mundo?

Lainey me dio una mirada graciosa.

—Sé lo que piensas, tienes razón pero no me importa en estos momentos. Es de la lasaña de mamá de la que estamos hablando, chica —dijo con la boca llena de comida.

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