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Si vamos a jugar a las mentiras, apuesto a que yo tengo las de ganar

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Si vamos a jugar a las mentiras, apuesto a que yo tengo las de ganar


Fueron los empujones bruscos de —abrí los ojos— Roelle que me despertaron. Su mirada me empapó con dulzura demasiada empalagosa para ser tan temprano y resoplé lo más bajo posible al leer lo que tenía escrito para mí en su tabla de mierda.

"Qué lindo te ves enamorado", decía.

—¿Qué hora es? —Mascullé, estirando cada parte dormida de mi cuerpo con cuidado de no despertar a mi novia.

—Las siete de la mañana —respondió ella con una sonrisa—. Si sigues haciendo lo que yo debería estar haciendo no tiene sentido que siga viniendo, Rush —señaló la bolsa plástica. Me incorporé del todo y salí de la camilla. Necesitaba un baño—. Me ahorrarías tiempo de levantarme más temprano de lo común y dejarle todo listo a Genevieve para después salir corriendo como locas a su escuela, ¿sabías?

—Tómalo como una advertencia de no volver levantarme con tus mierdas empalagosas —dije, encaminándome a la puerta—. Buenos días —solté antes de salir por completo, ganándome esa mirada linda de odio que se me hacía fácil ponerle en su rostro.

Deslicé una sonrisa en mi rostro al pasar la sala y los pasillos, y subir las escaleras del segundo piso dos en dos, llegando a mi habitación. Al cerrar la puerta pasé al baño de una vez, quitándome parte por parte la ropa hasta quedar desnudo en la regadera.

Me tomé mi tiempo para tomar la ducha más fría que le podía exigir a la regadera y salí de ella cuando obtuve suficiente. Las gotas de agua que se resbalaban por mi cuerpo mojaron el piso y al verlas sonreí de manera automática. ¿Qué diría mi novia si las viera? Era posible que me mandara a limpiarlas yo mismo y que luego de eso, cuando terminara de secarme el cuerpo, estirara la tolla tal y como estaba haciendo ahora porque podían agarrar mal olor.

—Increíble lo que puedes lograr en mí en solo unos meses, princesa —murmuré entre dientes bastante entretenido como para pensar en otra cosa.

Cepillé mis dientes y una vez listo todo lo que tenía que hacer en el baño, salí desnudo y me dediqué a armar lo que iba a llevar hoy, porque sí, el elegir las cosas al azar no era lo mío. Lo intenté las primeras veces de mi vida y entendí que no podía hacerlo más. La cuestión me resultaba del todo frustrante y se me era más fácil elegirlo todo por mi cuenta.

Estaba casi listo para cuando llamaron a mi puerta.

Corvo? La colazione è pronta —avisó Morien.

«¿Cuervo? La comida está lista». Suspirando, caminé a la puerta y la abrí, saludándola con una sonrisa.

—Amo tu comida, pero te he dicho repetidas veces que no es necesario que hagas cosas que no te competen cada vez que vengo, mamma —repliqué con cariño.

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