Ella no es de embriagarse, pero ella bebe.
Ella no es de apostar, pero ella juega.
Ella no es de ir a fiestas, pero ella baila.
Ella no es de enamorarse, pero ella enamora.
Ella es muy buena con las armas, por ende ella asesina.
Ella no cree en el d...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Es curioso cómo, después de jugar, las consecuencias de tus movimientos quedan atadas a una culpa fría y constante, junto al dolor creciente y la rabia que no desaparece
Riden
Me encontraba tan ensimismado en mi mierda que no me di cuenta de que tenía compañía hasta que sentí toques en mis hombros. El ligero toqueteo fue tan molesto como una mosca zumbando al oído. No reaccioné. Ni siquiera parpadeé. Seguía concentrado en las pantallas frente a mí, con demasiado que hacer y cero ganas de perder tiempo en cosas que no iban a ayudarme en algo. Como por ejemplo, la mujer que tenía detrás de mí.
—Cuando estás así de mezquino es posible que me gustes más —susurró ella en mi oído luego de unos intentos de llamar mi atención.
—Cuando jodes más de la cuenta, provoca alistarte el jet y mandarte directo de vuelta a Roma —espeté, cambiando ciertas fórmulas—. Estoy ocupado, Roelle.
—No soy ciega —replicó sin dejarse afectar por mi humor, dejando mis hombros para arrastrar una silla y sentarse a mi lado—. ¿Cómo vas?
Su pregunta fue tan irrelevante que el silencio la devoró por completo. ¿Para qué molestarse? Ella sabía cómo trabajaba y sabía cuándo las cosas no corrían como a mí me gustarían que corrieran. Así que no le respondí porque ella sabía que las cosas no estaban yendo como a mí me gustarían. No lo habían hecho desde hace casi dos semanas y no lo estaban haciendo ahora. Pero eso era solo con los asuntos que tenían el puto nombre de mi hermano como título, ya que desde que llegó, en él era en lo único que me había enfocado.
No lo había visto, era verdad. Desde que decidió convertirse en el imbécil más grande de esta galaxia, lo mínimo que quería era verlo. Mucho menos si tenía al dolor de bolas guindado en el cuello en vez de a cierta mujer que dejó hecha un desastre porque no tuvo los cojones necesarios para superar su mierda, pero para mi desgracia tenía que cargar con su trasero aunque no lo quisiera.
—Rush preguntó por ti otra vez.
Torcí el gesto. El mismo gesto que había repetido cada vez que alguien mencionaba su nombre. Había sido claro con todos: no quería verlo. ¿Por qué diablos seguían insistiendo? No después de desplazarla sin remordimiento alguno, ni mucho menos ahora luego de que Arabella viniera a mí hace dos días, llorando a moco tendido por haber estado aguantando cosas que no tenía por qué aguantar.
Rise y Mila lo entendían. Sabían que no tenía sentido forzarme a sentarme con el idiota cuando no lo merecía. Pero Justine, y la mujer que tenía ahora a mi lado, seguían insistiendo en que debía verlo, porque, al parecer, el lazo sanguíneo tenía algún significado mágico que debía sobrepasar cualquier idiotez. Para ellas, Rush seguía siendo mi hermano.
La cuestión era que me sabía a mierda. El hombre que pedía verme no era mi hermano. No desde que permitió que la estupidez lo dominara, que desechara a la única persona que realmente importaba por un par de piernas irritantes y una sonrisa vacía. El hombre con el que había crecido, poco después de que Beniamino muriera, jamás habría hecho algo así.