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Se trata de hacerles jugar el mayor tiempo posible, ¿pero qué pasa cuando el golpe no lo ves venir?

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Se trata de hacerles jugar el mayor tiempo posible, ¿pero qué pasa cuando el golpe no lo ves venir?

Rush

Después de la tercera ronda de los chupitos de manzana con caramelo y martini más dulces de mi vida gracias a Mila, las chicas decidieron arrastrarnos a la pista de baile. Mi hermana se había llevado a Riden y a Drake para encontrar en la bodega la mejor botella de whiskey para celebrar la noticia de que contaba con dos nuevos socios, dejándonos a Rise y a mí sentados en la barra para, y cito, "embriagarnos lo mejor que podamos, para que quitemos las caras de culo que nos cargamos".

Ingeniosa.

La pista de baile era la cosa a lo que Mila le había puesto más empeño, ganándose de que la gente la reconociera como el corazón palpitante de Hideaway. Cientos de cuerpos se movían al ritmo de la música, cada retumbar por las cornetas gigantes sacudiendo el suelo bajo sus pies. Las luces LED, instaladas en un intrincado patrón sobre el techo, cambiaban de color y ritmo, sincronizadas a la perfección con quien sea que se encargaba de dominar el escenario elevado al final de la pista.

El ambiente era una mezcla de elegancia y desenfreno. Mujeres y hombres disfrutaban del momento, fuese brindando con copas de cristal que reflejaban la luz en miles de destellos o restregándose en la pista de baile. Las risas y conversaciones en el lugar se entremezclaban con la música, creando una atmósfera amena y, hasta cierto punto, divertida.

Dándole un trago al cuarto Manhattan que había ordenado en la barra, alcé la comisura de mi boca con una media sonrisa al escuchar otra maldición entre dientes de mi hermano. Mi mujer y su amiga se habían dedicado la última media hora a restregarse entre sí, dándonos un pequeño concierto privado, provocando que tanto la mirada de Rise como la mía no fuese a parar en ninguna otra persona que no fuesen ellas dos. Cosa que era bastante estúpida. Para mí no había otro placer en la vida que no fuese ver a mi mujer cotonearse al compás de la canción suave y sensual que vibraba por los altavoces, y podía decir lo mismo de Rise con la otra, pero verlo levantarse las últimas tres veces para bailar con mujeres distintas daba mucho qué decir.

—¿Qué tal te fue con la distracción número tres? —Solté lo bastante alto para que escuchara sin despegarme de mi deleite personal.

—Vete a la mierda —gruñó él, malhumorado.

—O te la vuelves a follar y terminan con sus estupideces, o vas a tener que conseguirte otra distracción porque el que estés encerrado conmigo en mi oficina otra vez va a terminar con mi cordura, Rise —lo fastidié, mirándolo de reojo.

—Ella es una maldita mujer que le encanta complicarse la maldita vida —resopló, exigiendo la atención del asistente de barra quien nos estaba atendiendo—. Un Navy Grog. Doble.

—Creí que lo del coma etílico era lo mío —dije cuando el barman empezó a preparar la bebida.

—Espero que, así como te recogí lleno de vomito en tus horribles, horribles e incansables fiestas con Hannelore, te dignes a hacer lo mismo por mí —me señaló con su vaso vacío—. Pero ahórrate las charlas de mierda, bastante ya tengo encima como para lidiar escuchándote sobre darle sentido a la vida y no colocarse así por una mujer.

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