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La rabia se convirtió en mi estrategia, un arma afilada que iba a usar para saciar lo que el dolor me había arrebatado

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La rabia se convirtió en mi estrategia, un arma afilada que iba a usar para saciar lo que el dolor me había arrebatado

Rush

Las palabras del maldito hijo de puta se quedaron dando vueltas en mi cabeza, girando una y otra vez, haciéndome destrozarlas letra por letra en busca de algún indicio de mentira. Pero no lo había.

No. No puede ser verdad.

Y, sin embargo, lo era. No había una pizca alguna de falsedad en su mirada, solo puro miedo. Zacharias sudaba a mares, apestando a terror en cada respiro. Cada poro de su piel dejaba escapar ese hedor, y cuando lo sujeté de su sudoroso cuello, noté cómo su asqueroso temblor se intensificaba. Lo llevé a uno de los despachos inutilizados del área médica, donde el bastardo seguía transpirando miedo, aunque intentara ocultarlo detrás de gritos y excusas que yo apenas podía escuchar. La ira me ensordecía.

Quería respuestas. Quería saber cómo era posible. Quería que me contara detalle por detalle. Quería... Maldita sea. Pero el sonido de la puerta azotándose interrumpió sus intentos patéticos de hablar, y una pequeña y corta sonrisa de satisfacción se plantó en mi rostro después de notar el motivo del ruido y el jadeo asustadizo de Zacharias: Harrison. Su entrada furiosa hizo que el maldito se quedara sin aliento.

—¡¿Qué diablos hiciste?! —Rugió Harrison, empujando el cuerpo de Zacharias al suelo con su zapato clavado en su pecho, y el cañón de su arma apuntando directo a su cabeza—. ¿Qué fue lo que hiciste con ella? ¡¿En dónde está?! ¿¡Qué fue lo que hiciste, joder!?

—Yo... Yo... —balbuceó él, luchando para liberarse de Harrison—. Ella...

—¡¡Ella nada, maldita sea!! —Harrison dejó caer su zapato en el estómago de Zacharias, rabioso—. ¡¿Dónde está, pedazo de mierda?! ¿¡Dónde!?

Mi boca no se movió, por más que quería preguntar cómo se había enterado. Ni siquiera podía decir una palabra ante el asombro de verlo perder el control de esa manera.

—Ella... Nikolay...

Pensé que la rabia de Harrison no podía aumentar, pero me equivoqué. Y aunque me equivoqué, no moví un dedo. Dejé que el espectáculo corriera ante mis ojos, saliéndose de control con cada segundo que pasaba. Me quedé ahí, en silencio, inmóvil, observando como Zacharias me miraba con desesperación, pidiéndome ayuda a gritos mientras Harrison descargaba golpe tras golpe con el filo del cargador de su glock, cada impacto más salvaje que el anterior.

Quisiera decir que en ese momento mi mente se llenó de recuerdos de Kendall, como si algo de ella aún estuviera anclado en mí.

Quisiera decir que me atravesaron los momentos más sencillos y sarcásticos que compartimos, sus sonrisas breves y su mirada fija, que me clavaba sin importarle lo que opinara. Pero estaría mintiendo. Joder, incluso quisiera poder decir pude ver por última vez el cómo ella rodaba los ojos cada vez que yo estaba cerca, pero no pasó.

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