43

281 45 44
                                    

Hoy solo quiero jugar y no pensar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hoy solo quiero jugar y no pensar


Eran casi las cuatro y algo de la mañana cuando llegamos al hangar privado que Rush había comprado de forma conjunta al comprar Chovert en Roma. Riden y Rise habían sido bastantes generosos al compartir la información conmigo y con Nathaniel al repasar parte del operativo antes de dejar Miami, evitando preguntas llenas de curiosidad cuando llegáramos a Roma.

Un hombre de casi dos metros con cicatrices un tanto grotescas en su cara fue quien nos recibió al aterrizar el jet. Él nos acompañó hasta el helicóptero que Rise había ordenado preparar y empezó a ayudar con el equipo computacional cuando el mayor de los Massey le dio el visto bueno.

Me quedé admirando el gigante y precioso helicóptero cuando Nathaniel y yo terminamos de bajar los maletines con las armas que íbamos a usar.

—Es magnífico —masculló él a mi lado.

—¡Wright! —Gritó Rise desde las escaleras del jet cargando Dios sabía qué—. ¡Deja de babear y trae tu culo de vuelta aquí! No hemos terminado.

Aunque mi soldato quiso admirar el helicóptero conmigo más tiempo, con un gemido de irritación se dirigió a donde su jefe por la misión de hoy para seguir ayudando. Por otro lado, yo sí pude babear por la nave un rato más.

El helicóptero no era como alguno que yo hubiese visto en mi vida y la verdad era que había visto bastantes. El no reconocer el modelo me hizo picar los pies para montarme de una buena vez y escanear el interior, pero como buena chica me quedé de pie contemplando el exterior. Ya había tenido demasiadas burlas el día de hoy para conseguir otra por ser cateadora de cualquier cosa que tuviera ruedas o fuera habitable.

La nave tenía porte militar, sí, pero no era eso lo que me asombraba; era el tamaño. ¿Veinticinco metros de largo? ¿O llegaba a casi los treinta? Me sentía completamente pequeña a su lado y celosa de que Nathaniel tuviera el placer de manejarlo mientras que yo lo vería.

—Tampoco es que supieras como pilotear un helicóptero —mascullé para mí misma.

Y tenía razón. No sabía cómo manejar cualquier cosa que necesitara volar, pero bien podía aprender... Aunque mientras tanto, le guardaría celos a Nathaniel hasta que supiera como pilotear uno.

El color negro azabache del helicóptero también llamaba mi atención. Las pequeñas luces que destilaban de él tanto interior como exteriormente brillaban en un tenue amarillo que aunque no pareciera combinar, le quedaba bastante bien.

—Sube tu lindo trasero —escuché la voz de Rise detrás de mí. Me giré para verlo cargando dos maletines negros largos junto a Nathaniel mientras que Riden llevaba otro y mi chaleco antibalas—. No podemos retrasarnos.

No esperé a que dijera otra cosa y emprendí mi camino a las puertas abiertas de par en par de la nave. Con sinceridad, si el exterior era magnifico, el interior era intimidantemente precioso: el color negro no quedaba en las afueras, adentro también el color le hacía justicia, resaltando las dos hileras de cuatro puestos al final de cada lado del pasillo.

Let's PlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora