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La complejidad crece cuando todos los jugadores saben tirarse faroles y responder a un farol con otro

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La complejidad crece cuando todos los jugadores saben tirarse faroles y responder a un farol con otro.


Arabella

Todo era un caos. Caos que se había desatado de la peor manera por la inexistente cordura de Drake, quien había sido avisado por Harrison cuando no pude contestar el jodido teléfono, dándole la noticia de que Nóvikov había recibido la invitación por parte de los Massey y ya se encontraba en Miami. Decir que lo que había hecho el rubio había sido un golpe bajo era quedarse corto. ¿Entregar él mismo a su hermano? Eso era algo que nunca me vi venir, pero tal y como estaba la situación me quise reventar la cabeza en la pared por no haberlo visto venir mucho antes. 

¿Algo más por lo que quería reventarme la cabeza contra la pared? Sí. ¿Quizás sería esa parte en donde le confesé con un maldito megáfono a medio equipo que era hija de Nikolay? Por supuesto. Si nunca en la vida me imaginé estarle confesando a alguien que era hija de Nóvikov, ahora imagínate cuando mi boca se abrió, contándoselo a más de tres personas. Supe que había perdido el sentido común un poco más allá de lo imaginable en cuanto Kendall abrió la boca con furor, para reclamarme por tal insensatez. Me guardé una sonrisa a medias cuando eso me bastó para darme cuenta que nadie se lo había esperado, ni siquiera ella. 

Me alegraba internamente que Harrison aun no supiera de mi desquiciada confesión porque estaba lo bastante segura que iba a sacarme de la misión a rastras si era necesario. Una cosa era arriesgarme a en una misión suicida y otra muy diferente era repartir casi que de manera gratuita la información que él se había esmerado en enterrar por siete años enteros. Amenacé fervientemente a Kendall cuando nos concedieron un momento a solas de que no le contara nada a mi jefe y ella aceptó a regañadientes, luego de un soborno. 

Dios mío, para amigas así, ¿para qué tener más? 

Había resoplado entre dientes tan pronto Rush cruzó sus brazos por su indecente pecho, hace media hora, dejándome saber que estaba malditamente jodida. Él claramente no me iba a dejar buscar al suicida de Zacharias y nadie en aquel maldito departamento iba a ir en contra de sus deseos, ni siquiera mi mejor amiga quien, a pesar que me defendió con uñas y dientes del espécimen, una vez que le pedí ayuda para que me sacara de ahí, no esperó ni dos segundos para ir a chismosearle a Rush, dejando de forma instantánea sus peleas de lado.

Soplona de mierda.

Ahora estábamos de nuevo en la oficina del espécimen, repasando hasta el último detalle del lamentable plan que habíamos armado velozmente. No teníamos tiempo para armar uno mejor. Era obvio que la reunión con el Boss se haría en las oficinas del club, ¿pero cuándo? Ese era el dilema. Nóvikov era impredecible. Él podía estar recorriendo Miami, cerrando tratos, como también podría estar cazando al idiota de los Anderson, esperando el momento perfecto para meterle un tiro en su cabeza. Entonces, ¿lamentable plan? Sí. ¿Tenía que funcionar? Sí. De eso dependía la mísera existencia de Zach, pero, para mi desgracia yo no podía pisar un pie en LP para estar presente en la reunión, y no porque no quisiera, sino porque Rush no me dejaba si quiera pisar la línea de salida de su oficina.

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