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Este juego es una decisión mortal o no es nada

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Este juego es una decisión mortal o no es nada

—Síganme —ordenó Zem, empezando a subir por las escaleras de caracol.

De inmediato Riden y Rush se dignaron a verme de reojo, esperando indicaciones. Con una corta inclinación de cabeza de mi parte, ellos empezaron a moverse a la par conmigo. Pasamos por el largo tramo de escaleras, un par de pasillos decorados a lo minimalista en más tonos marrones y cremas, llegando por fin a las puertas que se suponía que iban a dar a nuestras habitaciones.

Él abrió solo una con una delicadeza increíble para tener demasiada masa corporal en su cuerpo e hizo señas para que pasáramos con él. Al entrar quedé descolocada al percibir cuatro camas en un espacio completamente equipado para visitas bañado con la luz del atardecer israelí que pasaba desde las ventanas y las luces blancas de las elegantes lámparas de cristal que se guindaban del techo.

—Se supone que íbamos a estar en habitaciones separadas —señalé, consciente de los detalles que habíamos pactado hace días por llamada, pegando mi espalda a la pared desnuda que se situaba detrás de mí—. Así no eran las cosas.

—También se suponía que iban a traer a la hija de Nóvikov con ustedes —comentó él, fijando su atención en mí—. Las cosas aquí han cambiado desde la última vez que te apareciste, Smith.

Arqueé una ceja. Yo no lo conocía, él no me conocía. ¿Qué le hacía pensar que podía llamarme así?

—Kendall —lo corregí, cruzándome de brazos—. Puedes irte, entonces. No necesitamos de tus servicios —le impregné lo suficiente de sarcasmo a la última palabra que salió por mis labios y eso solo lo hizo sonreír de soslayo.

Sus pies ya se estaban moviendo hacia la entrada, sin embargo paró antes de cerrar la puerta y se giró sobre sus talones.

—Yo que ustedes esperaría adentro por más indicaciones —indicó él—. La jefa puede ser... dura cuando no siguen sus órdenes, pero eso lo sabes, ¿verdad, houria al-bahr sghira?

«Pequeña sirena». Mi cabeza voló a verlo, no obstante, él ya había cerrado la puerta en un rápido movimiento, dejándome ahí parada como una idiota de piedra y escéptica. Rush fue quien caminó hacia la entrada, tomando el pomo para girarlo y abrir la puerta para hacer solo Dios sabía qué, pero no lo logró. El otro idiota había cerrado la puerta desde afuera.

—Se oyó el sonido de la llave, Rush —escuché a Riden decir.

Con un mal sabor de boca dirigí mi atención a él, observando cómo se lanzaba a una de las camas vacías de espaldas e iba a abrir la boca para preguntarle qué demonios estaba mal con él cuando la figura de Rush se irguió sobre mí. Él estaba haciendo un buen uso de su altura intentando de intimidarme. Para su desgracia, eso no funcionaba conmigo por lo que alcé la vista, chocando con su mirada colérica y le dediqué mi mejor sonrisa petulante.

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