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Jugamos, y el desastre fue el premio

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Jugamos, y el desastre fue el premio

Rise

Diciembre, 12.

Tener días de mierda era a lo que ya me estaba acostumbrando, ¿pero hoy? El día de hoy se llevaba el puto premio. Tener a Grant Harrison en una reunión con Adalia, Viveka y Liam y escucharlos hablar sobre mierdas de la pirámide mientras las otras dos chillaban que no iban a apoyar nada hasta que Rush no se encontrara sano y salvo me dejó una puta migraña que me hizo mandarlas a cerrar su puta boca y sacarlas de la oficina para continuar con la reunión sin más mierdas emotivas estúpidas.

Entre eso, los llantos, las peleas, los golpes en cada punto que habíamos logrado ganar hacía meses por parte del Boss luego de enterarse quiénes fueron los responsables del ataque al pequeño negocio de Foster, el que Arabella se hubiese dedicado a matar a más personal de la cuenta, ciega por salir de aquí y sin indicios de que podía hablar desde que se hizo el rescate, más que aún no se haya sabido en dónde diablos estaba mi hermano... Sí, el día de hoy se encontraba en la lista de los peores días que había tenido en mi vida.

Sin embargo, el que estuviese sufriendo de una puta migraña no significaba que no tuviese que seguir con mi día, por lo que en cuanto entré a la oficina de Justine, me dejé caer en la silla enfrente de ella, soltando un suspiro exhaustivo. 

—Cuatro de la tarde y te ves como si hubieses estado entrenando en el C8 por cinco días seguidos —bromeó ella, alzando la vista de los documentos que tenía en su escritorio—. ¿Tarde de mierda?

Día de mierda —musité, echando la cabeza hacia atrás—. Las alemanas lo único que hacen es chillar, Mila en estos momentos no me quiere ni ver y el Boss se está convirtiendo en un fastidio más grande de lo que ya era gracias a la total información que el maldito de Foster le cedió respecto a su hija. Añádele que Grant Harrison me tiene de aquí para allá, actualizando cada barrera de seguridad en el búnker para proteger a su "bestia" cada día que pasa, y tengo un maldito pastel que quiero terminar de extinguir.

—Puedo recomendarte sedantes bastante efectivos para las dos mujeres engendradas del infierno, pero para lo demás... —Justine dejó lo último al aire y resopló.

—Estoy jodido, lo sé —suspiré.

—Odiaría estar en tu lugar —masculló ella, perdida en sus pensamientos.

Acomodándome en la silla, fijé mi vista en el ceño fruncido que Justine tenía por estar sumergida en sus documentos y entendí.

—¿Cómo va ella?

De inmediato volvió a resoplar, dejando de ver las hojas, centrando su atención en mí.

—No hay avances nuevos; continúa escribiendo en el cuaderno que le di, sigue odiando a cada persona que tiene como guardaespaldas, se queja cuando toca la terapia de reconocimiento y...

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