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Retírate mientras estás a la cabeza

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Retírate mientras estás a la cabeza. Todos los mejores apostadores lo hacen

Rush

Me iba terminar dando una puta aneurisma. Eso era lo que ella iba a provocarme si seguía removiéndose para que la dejara en puto suelo con un centenar de jodidos perros detrás de nosotros.

—¡Joder, Arabella! —Apreté su cuerpo contra el mío aún más, tratando de subir jodidas escaleras de dos en dos—. ¡¿Qué diablos pasa contigo?! ¡Tenemos que irnos! ¡¡Ahora!!

Y no era por la maldita bomba. ¡Porque no había ninguna! El prototipo que teníamos en mano no era más que el mero intento de una. Los cables no estaban completos, por ende, el circuito de esa mierda no servía, haciendo inútil el artefacto de por sí.

—¡Déjame en el maldito suelo, Rush! —Vociferó, logrando plantar sus pies en el siguiente escalón.

Quería ahorcara. Quería ahorcarla o golpearla hasta que perdiera el conocimiento para que me facilitara las cosas, pero antes de que pudiera hacer cualquiera de esas dos cosas, las pisadas de los malditos perros resonaron por las escaleras de abajo. Arabella no pensó dos segundos antes de lanzarse por el barandal hacia el jodido piso de abajo, haciendo que el nervio de mi ceja brincara por la insensatez que mi mujer acababa de cometer, acompañándola sin detenerme a pensarlo.

—¡Arabella, ven acá! —Rugí desesperado, matando a cada perro que se me atravesara—. Te prohíbo que te acerques más, ¡trae tu trasero de vuelta!

—¡¡Riden está adentro!! —Gritó ella, sin bajar ni una pizca de su velocidad.

Mi pecho empezó a palpitar a mil veces por segundo. ¿Cómo?

—¡NO! —En cuatro zancadas ya estaba detrás de ella, pegado a su espalda.

Arabella se armó con pistolas que yacían en el suelo y empezó a disparar a diestra y siniestra. Había más de cuarenta hombres por todo el lugar, pero a ella no le importaba. Ella ni se dignó a mirar hacia atrás cuando los disparos le llegaron por encima de su cabeza porque sabía que yo estaba cubriendo su espalda todo el tiempo, sin embargo eso hizo que quisiera ahorcarla aún más por no estar pendiente de su alrededor.

Cinco perros de mierda nos rodearon, pero no contaban con que Arabella era rápida y yo estaba cabreado lo suficiente como para romper el cuello de dos, mientras ella acababa con los restantes con disparos certeros en sus cabezas.

Continuamos corriendo hasta volver a llegar al centro del sótano donde estaba un nuevo y más grande explosivo puesto. Los Cani Da Caccia nos pisaban los talones, por lo que tuvimos que movernos aún más rápido hasta dar con el cuerpo desangrándose de Riden.

Él estaba ahí, boca arriba, rodeado de un charco de sangre lo suficientemente grande como para que Arabella pegara un grito que me destrozó el corazón e hizo hervirme la sangre.

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