En la mesa y en el juego, se conoce mejor al caballero.
—¿Estás con ganas suicidas? —Inquirió Drake, incrédulo cuando el Mastodonte se había ido—. Él es Caleb Finz.
Al rubio le di mi mejor encogimiento de hombros mientras me colocaba los guantes de box una vez más y caminaba hacia el ring.
—¿Y? Yo soy Larissa Sage.
—Bells, no lo entiendes —murmuró bajito, pero con una sonrisa—. Él es una maldita leyenda. Nunca le han dado más de un golpe y han logrado salir sin heridas graves, preciosa.
—En cuanto terminé con él, nadie pensará lo mismo, rubio —indiqué, adentrándome al cuadrilátero.
Había un señor moreno y calvo diciendo como teníamos que luchar, que todo era amistoso y bla, bla, bla. El Mastodonte, o Caleb, como lo había llamado Drake, me miraba arrogante desde su esquina mientras que yo le dirigía una mirada impasible. En cuanto el hombre calvo terminó de hablar, Caleb se alejó de su esquina para chocar guantes. Hice lo mismo. Una vez chocado los guantes, el hombre calvo se alejó y comenzó nuestra partida.
El Mastodonte empezó a moverse primero y a lanzar golpes a diestra y siniestra mientras yo los esquivaba todos. Ser pequeña era una ventaja que utilizaba cuando peleaba, eso y ser astutamente rápida. Levine siempre me recordaba como tenía que utilizar esa ventaja contra los chicos grandes como Mastodonte.
Mi estrategia era básica: tenía que cansar al Mastodonte para yo poder estamparle un puño en su cara y terminar con el show, pero realmente quería jugar un poco dado a que tenía mucho tiempo sin tener una pelea seria con alguien en algún ring. Cuando salí de la casa de Harrison, que era donde vacacionaba con Kendall, mis días de entrenamientos acabaron muy a mi pesar. Estar casi que todas las tardes con Levine entrenando era muy divertido y liberador, así que el que Mastodonte me retara era un respiro para mi día.
—¿¡Qué estás esperando!? ¡Golpea ya! —Rugió Caleb, jadeando por aire.
Reí.
—Oh, vamos, Mastodonte, ¿eso es todo lo que tienes? —Lo reté.
Eso lo hizo molestar y volver a lanzar golpes hacia mí. Los volví a esquivar mientras Mastodonte rugía y jadeaba.
—¡Deja ya de esquivar, maldita sea! —Exclamó, quedándose por un momento sin lanzar golpes.
Ahora sí, hijo de perra.
Aproveché su bajón de energía y terminé con lo que él había empezado. De un rápido movimiento, mis piernas fueron a su cuello y lo impulsaron hacia abajo. En cuanto logré tenerlo en el piso a pesar de sus golpes en mi pierna derecha estampé mi guante en su cara, justo en su nariz, haciendo que ésta empezara a sangrar.
Estampé otro en su ojo izquierdo y otro en su mandíbula. No pasó mucho tiempo para que él golpeara el piso en una clara señal de que se estaba rindiendo. El hombre calvo tocó mi hombro para que soltara el cuello del Mastodonte pero algo oscuro en mi interior creció y me dejó soltarlo, así que tomé su mano derecha y, aplicando la suficiente presión, su muñeca crujió, dándole a entender que la había roto.
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Let's Play
Teen FictionElla no es de embriagarse, pero ella bebe. Ella no es de apostar, pero ella juega. Ella no es de ir a fiestas, pero ella baila. Ella no es de enamorarse, pero ella enamora. Ella es muy buena con las armas, por ende ella asesina. Ella no cree en el d...