La vida se divide entre los que arriesgan y los que no.
—¡Tienes que esconderte, maldición! —Gritó Kendall, mi mejor amiga, frustrada. Reí—. ¿Puedes explicarme qué tiene esto de gracioso, Arabella? —Bufó.
Me encontraba en su apartamento a las afueras de Liverpool, tumbada en el sofá mientras que dos sicarios malditamente buenos estaban tras mi trasero por todo Londres.
—No tengo porque esconderme. Mi tarea salió bien, Kends —recordé—. Ya sabes cómo es Harrison. Dentro de una hora tendrá a alguien para sacarme de aquí, darme una nueva identidad y una nueva vida.
Ella rodó sus ojos.
—Y tú seguirías con tus matanzas a sueldo —siguió ella por mí.
Encarné una ceja.
—Por supuesto —dije, lógicamente.
—No puedes estar siempre haciendo el trabajo sucio, Bells —replicó.
Uh, mi trabajo. Éste era fácil y sin complicaciones. Harrison me daba un sobre con la persona que quería que yo eliminara y yo lo hacía, luego de eso, dinero transferido a mi cuenta bancaria. Fácil y sencillo.
—Kendall —suspiré, aburrida.
—Toda esta mierda traerá problemas —habló Kendall, ignorándome.
—Kendall... —repetí.
Ella sabía que no era bueno tocar tanto el mismo tema.
—¡Es la verdad! Entiende que toda esta mierda acabará por matarte alguna vez —dijo exasperada.
Kendall y yo habíamos tenido y discutido el mismo tema cientos de veces. Ella decía, yo decía, y acabábamos peleadas por diferentes opiniones. Pero, en el fondo de mi cabeza, yo sabía que ella tenía razón. El trabajo tarde o temprano iba a matarme, pero de ninguna jodida manera se lo iba a admitir.
—¡Basta! —demandé—. Sabes cómo terminará la conversación y no tengo ganas de pelearme contigo, Kendall.
Aunque ella tuviese toda la razón del mundo aun así no iba a dársela. Era culpa de mi papito que yo hubiese acabado haciendo lo que hago, aunque, ¿por qué no estar feliz? Qué él tuviese a su legítima y única hija siguiendo sus pasos y de vez en cuando cazando su culo no debería ser una completa desgracia.
Alcé mi vista del celular desechable que Harrison me había enviado antes de salir de mi casa y la fijé en mi mejor amiga, quién sabía absolutamente todo de mí vida. Kendall bufó molesta dándole un trago a su copa de vodka. Habíamos estado esperando en su apartamento la respuesta de Harrison por más de una hora y, dado a que no dio señales de vida, decidimos beber. Mucho.
—Salud, amiga —dije, alzando mi copa hacia ella y guardando el desechable. Ella me dio una mueca y me dejó con mi copa alzada—. Educada.
Segundos después, atorrantes golpes se escucharon en la puerta. Dejé de beber. Kendall también dejó de beber su copa y me miró preocupada. Ambas sabíamos que no era el personal que enviaba Harrison a buscarme. Él siempre me avisaba antes, dejándome saber que los había enviado.
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Let's Play
JugendliteraturElla no es de embriagarse, pero ella bebe. Ella no es de apostar, pero ella juega. Ella no es de ir a fiestas, pero ella baila. Ella no es de enamorarse, pero ella enamora. Ella es muy buena con las armas, por ende ella asesina. Ella no cree en el d...