Ella no es de embriagarse, pero ella bebe.
Ella no es de apostar, pero ella juega.
Ella no es de ir a fiestas, pero ella baila.
Ella no es de enamorarse, pero ella enamora.
Ella es muy buena con las armas, por ende ella asesina.
Ella no cree en el d...
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La vida puede que siempre sea un juego de embaucadores.
—Harrison —dije, bajando mi arma—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
La figura alta y vieja de Harrison por fin se vislumbró en mi campo de visión. Él empezó a caminar hacia mí y se detuvo a varios centímetros de distancia con su cara impasible.
—Siete años trabajando conmigo y nunca, nunca Ekaterina, me has ignorado una llamada —regañó—. ¿Se puede saber dónde y qué carajo estabas haciendo?
Resoplé.
—Haciendo mí trabajo, Harrison.
Levantó una ceja.
—¿Y desde cuando tu trabajo es estar sentada en las gradas de una cancha de fútbol a tardes horas de la noche? —Señaló sarcástico—. Deberías estar con Zacharias Anderson, Arabella. Deberías estar haciendo tu trabajo.
—Alto, amigo —corté, enojada—. He estado todo el maldito día con la familia Anderson y con el niño imbécil que tienen como hijo. Me infiltré tan bien aquí que ya tengo a Jessamine Anderson, Drake y toda la maldita familia en mi mano, así que deja de decirme como debería estar haciendo mi puto trabajo, Harrison.
—¿Entonces por qué estás aquí?
—¡Porque necesitaba aire! —Exclamé—. Acepté una misión que no quería aceptar y la cual tú me obligaste —lo apunté con mi dedo—. Perdóname por tomarme un tiempo para mí y maldecirte en todos los idiomas que sé —solté sarcástica.
Era la primera vez en siete años que le gritaba a Harrison. Inmediatamente me sentí culpable. Él me había encontrado cuando yo estaba en banca rota y a punto de ser asesinada. Le debía un poco de gratitud, lo sabía, pero a veces se comportaba tan... Mezquino.
—No te excedas, Arabella —siseó él.
Puse los ojos en blanco.
—¿Ya te vas? —Señalé la puerta de alambre de la cancha.
—Dame tu informe de misión —espetó.
—Oh, Dios —suspiré—. Pues bien, después de que me trasladaras aquí arreglé mi piso con Kendall, luego me bañé, hice pipí, salí de mi habitación apurada cuando mi mejor amiga me dijo que llegaba tarde a mi primera clase, choqué con Drake Anderson... Oh, bueno, no, no, caí de culo, él me presentó a su hermano, hablamos, salí corriendo a mi clase, no entré porque llegué tarde, maldije en ruso, me senté en la sombra de un bonito árbol, Zach —por muy impasible que su cara estaba, logró levantar una ceja al oírme decir Zach— me encontró, conversamos, me invitó a una fiesta de una hermandad con nombre de arma para hoy en la noche, se fue, luego llegó Jessamine, me invitó a su casa, me hizo conducir su precioso Audi blanco, llegamos a su casa en tiempo récord, el señor Anderson me reconoció, tuvimos una pequeña charla en su oficina, luego Drake entró con unas cuentas del trabajo de su padre las cuales les eché un vistazo y descubrí que le habían robado sesenta y siete millones de dólares al señor Anderson, me agradeció, luego me echó de su oficina con su hijo, luego fuimos a la cocina, hablamos con sus hermanos, comimos, volví a hacer pis unas cuatro veces más, hablamos un poco más en la sala luego de comer, después Drake amablemente se ofreció en dejarme en mi residencia y ahora, aquí estoy, ¿contento? —Resumí molesta.