Ella no es de embriagarse, pero ella bebe.
Ella no es de apostar, pero ella juega.
Ella no es de ir a fiestas, pero ella baila.
Ella no es de enamorarse, pero ella enamora.
Ella es muy buena con las armas, por ende ella asesina.
Ella no cree en el d...
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En este juego, no hay empate: o ganas todo, o pierdes más de lo que puedes soportar
Arabella se recuperó primero. No dudó en retomar sus movimientos, y esta vez la dejé apartarse de mí. Ella tenía todo el derecho de huir, de dejarme si quería, porque estar con un maldito adicto a tal punto sabía que para ella era tocar fondo.
Furiosa, saltó fuera de la cama y estuvo de pie en un segundo. Se cruzó de brazos, mirándome, asegurándose de que sus ojos, vidriosos por tanto llorar, no reflejaran el asco que sentía por mí. Estaba más que claro que no me encontraba preparado para esta conversación, que si fuera por mí la hubiese evitado por mucho más tiempo, pero la postura de Arabella no me daba escapatoria alguna. Tuve que incorporarme y sentarme en el borde de la cama, esperando a ver si ella decidía dar el primer paso o no.
—¿Qué?
Bien. Paso dado.
Clavé mis ojos en su rostro por mucho más tiempo del que ella aguantaría alguna vez de alguien, por la sencilla razón de qué no sabía como continuar con esto, cómo dejarle saber todo lo que le había ocultado, todo lo que no me molesté en decirle porque no podía, no me sentía capaz de hacerlo.
Y aún me sentía incapaz de pronunciar una sola sílaba, pero las palabras ya habían sido dichas, y si lo que yo quería era su perdón, si la quería de vuelta, todo lo que yo no sintiese "capaz" de hacer tenía que irse al carajo. Tenía que encontrar mis jodidas pelotas y ser el hombre que ella necesitaba, tanto por mí como por ella. Porque por más futuro que tuviera por delante, si la mujer de mi vida daba un paso en dirección a la puerta, dejándome aquí, habiendo tomado una decisión, ese futuro, por más brillante que fuera, no iba a significar una mierda. No iba a quererlo. No si Arabella no estaba en él.
Entonces, tragando en seco, me levanté de la cama y me planté delante de ella, dejando una distancia respetable entre ambos.
—Sabes lo que me causa verte —empecé, dejando caer una a una las barreras que me impedían contarle todo, a pesar de que cada una de ellas me gritaban que no lo hiciera—. Sé que sabes bien como Alexey se encargó de jodernos tanto física como mentalmente. Lo has visto, lo has vivido —Arabella solo me dio un gesto tenso con su cabeza, por lo que proseguí, exhalando todo el aire que mis pulmones permitieran—. Te he visto sufrir, princesa. También he visto cómo lo has enfrentado de manera tan abierta y te has redimido después de tanto esfuerzo de tu parte. Has tenido ayuda tanto de mi familia como de tus allegados, y aunque has tenido tus altibajos, has mantenido la cabeza en alto, demostrándome una y otra vez que puedes hacerlo todo por tu cuenta sin necesitarme en ningún punto —respiré hondo—. No me alcanzan las palabras para decir lo orgulloso que...
—No —ella alzó un dedo y me acribilló con la mirada—. No lo digas. Nada de mi mejora tiene nada que ver contigo. Nada. Lo hice por mí, para mí. No busqué, ni busco orgullo alguno tuyo por cada cosa que hice por mí, mucho menos palabras "bonitas" de tu parte. Sé las cosas que puedo hacer sin ti, Rush —dijo, su voz volviéndose cada vez más cortante—. Y sé que tú también las sabes. Toda tu palabrería no me dice una mierda más que recordarme que he podido sin ti y que puedo sin ti también —enfatizó lo último—. Así que ahórrate toda tu estupidez porque nada de eso me responde lo que te pregunté, ni mucho menos me lo aclara.