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Si quieres destruir a un hombre, patéale el trasero en póker

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Si quieres destruir a un hombre, patéale el trasero en póker.


—¿Qué apuestas? —Preguntó Rush como quién no quiere la cosa.

Quedé un momento paralizada. Había olvidado ese pequeño detalle. ¡Ni se te ocurra hacer lo que sé que estás pensado, Arabella Ross!, gritó de nuevo mi subconsciente. Por inercia sonreí mientras que Rush me estudiaba con su mirada penetrante.

Sin apartar mi mirada de sus sensuales ojos grises mis manos pasaron de las cartas a mi sostén y en un rápido movimiento me lo desabroché. Lo tiré en la mesa junto con mi mirada de si ganas lograras desnudarme grabada en mi mejor cara de inocente.

A Rush pareció interesarle mi apuesta dado a que no salió otra palabra de su boca, miró sus dos cartas, luego las cinco que estaban en la mesa aun tapadas y apostó dos mil dólares. Aunque el juego era de cuatro, la batalla parecía entre él y yo. Su causa era desnudarme por completo y hacer que yo hiciera el ridículo y la mía era humillarlo en frente de todas sus fans, que ni se le ocurriera volver a subestimarme y, claro, yo también quería que me llevara a su cama. Nada fácil de conseguir.

Riden subió la apuesta en una clara señal de yo también estoy jugando, imbéciles. Rise igualó la apuesta de Riden. Ninguno de los tres quería quedarse afuera de la partida tan rápido y eso lo entendía.

Las tres miradas de los imbéciles se clavaron en mí. Miré mis cartas y con mi cara inexpresiva asentí. Con muchos años de práctica entendí que el póker era cuestión de agilidad, paciencia y concentración. También tenía una regla práctica; no subestimar a los jugadores. Aquellos que jugaban mal podían, en un momento dado, patearte el culo y aquellos que jugaban condenadamente bien podían perderlo todo.

El póker era sencillo. Si tú no subestimabas, estabas bien. La primera ronda pasó silenciosa dado a que era solo de apuestas, luego, en la segunda ronda, las cosas prometieron ser interesantes.

Cuando Riden volteó las tres cartas de las cinco comunitarias que estaban en la mesa Rise y el mismísimo Rush se removieron incómodos en sus sillas.

Uhm, mal comienzo de ronda amigos.

Lo que uno no podía hacer en el póker era tener emociones resaltantes en su cara. Ya sea a que iba a ganar o a perder, nunca debías demostrarlo, no si querías que te patearan el culo de una forma súbita.

Pero luego pensé... ¿será una de sus tácticas?

Recuerda nunca subestimar al enemigo, chica.

Me guié por mi voz interior. Eso tenía que ser una táctica entre ellos. Miré mis dos cartas más decidida que nunca a ganarles y luego a di mi atención a la mesa. Si la suerte estaba de mi lado lo único que me faltaba para completar mi victoria era que en las dos rondas que quedaban saliera una J y un 10, así mi victoria sería aplastante.

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