¿Es suficiente?

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La noche era cálida y el trigo estaba justo en temporada. Y, como ya escasas noches transcurrían en la casa de los Gamgee desde el fallecimiento de Bell, todos se encontraban reunidos en la sala de estar, disfrutando de su compañía. Hamfast estaba sentado en el sofá de la sala más alejado de donde se encontraban sus hijos mientras escuchaba a su niño menor leer un viejo libro que le habían prestado sus señores, a los cuales su Sam adoraba fervientemente.

El vejete acaba de ingresar al agujero-hobbit después de haber disfrutado de lo último que quedaba de su buen tabaco en el jardín, por lo que se sentía ciertamente relajado y Sam lo notaba por la forma en que sus dedos tamborileaban contra su sien mientras él leía. El señor Bilbo le había prestado un precioso libro de leyendas infantiles para que prácticara su lectura en casa, Sam no podía sentirse más orgulloso de que se le confiara algo tan precioso a sus polvorientas manos.

Sus hermanos y hermanas lo escuchaban atentamente con sus inmensos ojos oscuros posados sobre él mientras leía una de aquellas preciosas leyendas de hombres valientes y hermosos elfos. Sam se encontraba leyendo, con dificultad, como el héroe de aquella historia intentaba, en vano, consolar a su amada tras las desdichas que trae la aventura embustera. Se encontraba escrito en hermosos versos de rimas métricas que Sam no entendía bien y estaba seguro de que en algún lugar élfico eran cantados con voces gentiles y tristes por la desdicha de aquellos amantes. De alguna manera su amor voraz no parecía ser suficiente para llenar el vacío del alma rota de su amada.

Sam salió de su ensoñación por un sollozo repentino que May soltó, alzó su rostro observando como su hermana secaba sus lágrimas con un pañuelo que Daisy le había prestado.

-Hey, todo está bien May- le dijo Hal mientras la abrazaba por los hombros- es solo una de las viejas historias del señor Bilbo.

May sonó su nariz antes de responder, algo avergonzada- Lo sé, es solo que aquellas palabras... Parecían estar realmente destrozados.

-¡Él hizo todo para recuperar su luz!- soltó Marigold exaltada y Ham la regañó por gritar en la sala.

-Pero no fue suficiente- añadió May con un tono melancólico en su voz.

-Tal vez debió intentar más fuerte- respondió Hal alzándose de hombros.

Sam los miraba, pensativo, mientras sus hermanos se sumergía en aquella discusión.

-¿Tú que crees, Sam?- preguntó Daisy de repente- Él debería poder salvarla ¿no? 

Sam pensó un momento antes de responder, sintiendo las miradas penetrantes de sus hermanos sobre él como si de alguna manera su opinión fuera un veredicto final para esta discusión- Solo necesitaba más tiempo, ella estába mejorando. Después de todo, recupera su llama cada vez que él canta para...

La sala fue silenciada por  el estrépito de un cuenco siendo lanzado al suelo, sabían lo que significaba, cuando Sam se encontró con la mirada de su padre sintió un ligero escalofrío recorrer su espalda y cerró el libro con rapidez. Tenía un semblante severo en el rostro y ojos vidriosos, como si intentara ocultar una montaña de crisantemos blancos tras un muro de rocas; sus hermanos también guardaron silencio, expectantes por cualquier movimiento o cambio en la actitud de su padre.

-Dejen de discutir pendejadas,- sentenció después de un largo silencio mientras se inclinaba para recoger el cuenco que había botado- si van a hablar de estupideces sin sentido mejor regresen a sus labores o métanse a dormir- regañó con voz severa y sus hijos asintieron en silencio.

En la habitación se hizo un total silencio, los jóvenes Gamgee miraban fijamente al suelo mientras su padre los observaba cruzado de brazos, sin permitirles ningún movimiento. Daisy intentó levantarse e ir a su habitación pero Hamfast le pidió que no lo hiciera y volvió a sentarse, Sam tragó salida.

Y tu eres el único que sigue aquí Sam Gamgee (Samfro) (Canonxoc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora