Algo raro estaba pasando con Sirius Black, o eso había estado en la mente de James desde que entraron a su quinto año.
Seguía siendo el mismo joven espontáneo, impulsivo, dramático y bromista, pero algo en él no estaba bien. Faltaba chispa. Se veía ansioso y hablaba de la escuela como si estuvieran a punto de graduarse.
Llegaba todos los días con bromas, una más creativa que la anterior, se tenía que reconocer, pero su actitud extasiada no podía venir de un simple golpe de energía.
A esas alturas, ya estaban acostumbrados a los arrebatos de Sirius, sabían que no era una amenaza, sin embargo, había crecido demasiado ese año y, a veces, cuando se molestaba, Peter se asustaba un poco al pensar que iba a golpearlo. Incluso sus otros dos amigos se preocupaban un poco por la manera hostil que tenía de repente y sin motivo aparente.
Escribió a su madre, esperando poder tener su ayuda, pues la consideraba una mujer muy amable, empática y sabia, pero lo único que le dijo fue, en resumen, que seguro Sirius estaba en la etapa de la adolescencia en la que quieres devorar al mundo, y que seguro todos estaban pasando por algo similar, que no había nada de qué preocuparse.
James podía ser muchas cosas, pero un mal amigo no. Así que estaba decidido a encontrar la raíz de los problemas de Sirius, como lo estuvo intentando desde que lo conoció. Aunque podían contarse todo, y sabían demasiado el uno del otro, el mayor no había sido capaz de ser totalmente honesto respecto a su historia de vida, porque sabía las consecuencias que eso podría traer, para él y para su hermano menor.
Potter sabía que sus padres tenían algo que ver, había investigado sobre los Black, pero solo pudo encontrar lo que ya todo el mundo sabía: familia adinerada de creencias tradicionales y mucha influencia en el mundo mágico.
Las marcas de Regulus eran similares a las de su hermano, y no creía que un juego pudiera causar eso, así que no iba a rendirse. Iba a desmantelar uno a uno los dolores de Sirius, e iba a abrazarlos hasta que entendiera que lo amaba, que era un hermano para él y nada, absolutamente nada, cambiaría eso. Porque sabía que había bondad en él, lo vio desde el primer año.
Por otro lado, estaba Regulus, quien nunca había mostrado una pizca de agrado hacia él. Era gruñón, grosero, malcriado, déspota y miles de adjetivos negativos más, pero a veces se comportaba como un niño. Y James era demasiado empático (o demasiado tonto) para que eso bastara para tocarle el corazón.
Ahora que tenía lentes, le era más fácil ver que no era de su agrado. Cuando sus miradas se cruzaban por los pasillos, o se encontraban en el gran comedor, podía notar como el menor viraba los ojos o hacía una mueca directamente hacia él.
James vivía en una burbuja, donde creía que era del agrado de todos los alumnos en Hogwarts (a excepción de Snape y sus amigos, claro), incluso de aquellos que habían sido víctimas de sus bromas, y era extraño cuando su burbuja se reventaba gracias a Regulus Black.
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𝐑𝐀𝐌É ↬𝐉𝐞𝐠𝐮𝐥𝐮𝐬
FanfictionSigue la historia de Regulus Black a través de sus años en Hogwarts.