32. Entre la espada y la pared

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Era difícil encontrar la calma después de intentar evadir todo lo que tiene que ver con una persona, para descubrir que se había vuelto paranoico al respecto, pues no era solo James quien perturbaba su calma, era todo indicio de que algo pudiera estar mal.

Evan parecía seguir afectado. A veces todo estaba bien y luego, sin razón aparente, iba a su cama buscando cobijo a su lado, necesitando un recordatorio de que no era un cobarde, de que todo estaba bien y nada malo le pasaría. Y, a veces, eso era demasiado para Regulus.

Quería ayudar a su amigo, sin embargo, el contacto nunca había sido su fuerte, y desde el incidente de la bola de cristal, hace ya casi un mes, no se encontraba en las mejores condiciones para ofrecer consuelo, mucho menos con lo demandante que era Evan afectivamente. 

Ponía de excusa la llegada del calor para poder echarlo de su cama sin tener que explicarle porqué le daba miedo que estuviera ahí.

Lo pensaba cien veces y lo volvía a pensar mil más, de repente lo pensaba un millón de veces, y luego caía en cuenta de que, tal vez, estaba pensando demasiado, pero quería saber, si esa visión era real, ¿qué motivos tendría él para besar a James? ¿Qué razón tendría para besar a cualquier chico? Creía que podría tratarse de una broma con amortentia, un hechizo, incluso el uso de la maldición imperius, cualquier cosa que lo tuviera fuera de sus cinco sentidos. 

Luego se quería convencer de que lo que vio no fue real, insistiendo en lo somnoliento que estaba en ese momento (lo que era falso), pero aun así quería prevenirlo. Debía existir una manera de evitar el futuro, porque no estaba escrito, ¿no?

Las noches no eran mucho mejores. Cuando su mente estaba a punto de ceder al sueño, en muchas ocasiones, el recuerdo se repetía. A veces tenía que poner sus manos contra su cabeza, como si intentara apagarla, pues no siempre era la imagen exacta de aquella noche.

A veces no era James, era un simple chico, pero era peor cuando a quien besaba era a Barty, incluso a Evan. Sentía vergüenza por no poder controlar esos pensamientos, porque su cerebro seguía trayéndolos en su momento más vulnerable. 

¿Cómo puedes pensar algo así de tus amigos?

Ellos no pueden saberlo.

¿Saber qué?

Me odiarían si lo supieran.

¿Lo harían? ¿Qué tendrían que saber?

¿Qué, Regulus? 

Que extraño las cobijas de mi cama, obviamente. 

No podría soportar que lo supieran.

Regulus, sin ser consciente, era bueno para evitar responder esa pregunta desde el primer momento en que apareció en su mente, ya un par de años atrás.

Había algo que las personas no podían saber, y no estaba seguro de qué era.

Jamás en su vida había sentido que algo estaba mal con él, hasta entrar a Hogwarts.

Y el único culpable que podía encontrar era James Potter. 

Lo odiaba. 

 

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𝐑𝐀𝐌É ↬𝐉𝐞𝐠𝐮𝐥𝐮𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora