Extra especial una sorpresa para ustedes

82 11 8
                                    

Nadia Korrat

Salgo de la habitación de Gedeon con los latidos a mil, necesito respirar, necesito alejarme de ellos, si permanezco mucho tiempo cerca, no podré ocultar la verdad y todos sufriremos las consecuencias.

Me meto en el baño del hospital y lavo mi cara, el espejo me devuelve las migajas de lo que soy ahora, todo lo que una vez fui, ha quedado eclipsado desde que me case con Marcelo, el suéter se sube mientras estrujó mi cara y veo el moretón, hay muchos en mi cuerpo, no es la primera vez y lo peor no es la última.

Eres fuerte Nadia , eres valiente, eres fuerte, tu eres fuerte, has sobrevivido, tu eres ...

Intento darme animos, intento ser fuerte, pero ya no quiero ser fuerte, por una vez quiero ser débil, por una vez solo quiero ser la consentida de alguien, por una vez quiero rendirme.

Pero soy una Korrat no hay forma de que pueda tirarme al suelo y solo llorar. Salgo del baño y cuando alzó la mirada mis ojos se conectan con esos malditos ojos grises que han llegado a atormentarme cada noche, un traje gris oscuro intenta ocultar los tatuajes y los músculos de su cuerpo, pero se le hace imposible.

-La mía pecorrela -su voz es ronca y profunda.

Se detiene frente a mi, sus ojos se fijan en mi rostro lloroso y su sonrisa se borra, sus manos agarran mi brazo, el dolor que siento por los golpes de Marcelo se intensifica en su agarre.

-Me estás lastimando.

Su mirar se vuelve peligroso, sus manos suben la tela de mi suéter y en cuanto sus ojos se posan en los morados, sus ojos ya no son más que brazas ardientes.

-Tienes un minuto para explicarme que te paso en el brazo Nadia.

Pienso lo más rápido posible.

-Vamos por un café y te cuento -digo para ganar tiempo y crear una mentira creíble.

-Dame tu mano -exige mientras me guía hacia el cafetín.

-Mi esposo podría vernos y no sería bueno para una mujer casada andar de manos agarradas con un desconocido, y técnicamente ahora nuestras familias son enemigas.

Una sonrisa se forma en sus labios, y decide soltar mi mano, pero hay un malestar inmediato cuando lo hace.
Caminamos hacia el café y en el camino me encuentro con Varvyra y Dominic , intento pedirle ayuda a Varvyra pero su hermano la arrastra hacia afuera y es imposible huir.

-¿Cómo te gusta el café? -intento hacer que se le olvide el tema que teníamos pendiente.

-Negro sin azúcar -mis ojos se posan en su rostro, nadie puede amar el café de esa forma me niego-. ¿Y si le coloco azúcar?

-Pecorrela me lo tomaría pero no es mi preferencia.

-A mi me gusta con leche y azúcar, también me gusta poner un poco de canela.

Su sonrisa se vuelve grande y hace que los hoyuelos que jamás le había visto se formen en sus mejillas, realmente Leonel tiene una belleza exótica, si es que eso existe en los hombres.

-Dulce como tú Pecorrela.

-¿Que es eso, Pecorrela?

-Oveja -sonrie mientras me guiña.

-No soy ninguna oveja-mi voz sale enfadada-. Si hubiera un animal que me describiera sería Agapornis.

-El ave del amor , no pequeña picorrella tu eres una oveja, y yo soy el lobo protector, ahora dime la razón porque ese maldito imbécil te golpeó, tienes un solo minuto.

Peligrosa Audacia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora