• Entrenamiento •

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La frecuencia de partidos no permitía descansar. Al día siguiente tocaba volver al rigor de los entrenos, sesiones con el fisioterapeuta y preparación física. Tenían otros dos partidos programados para los próximos días: uno contra el Girona, el cual marcaría su partido número cien en el F.C Barcelona, y otro contra el Betis. En ocasiones las exigencias de la agenda podían resultarle un poco abrumadoras, pero le gustaba sentir un poco de presión y la sensación de adrenalina que le generaba tener un partido a la vuelta de la esquina. Lo prefería mil veces antes que estar lesionado y tener que estar semanas enteras sin poder jugar, haciendo ejercicios especiales al margen del resto de sus compañeros y sesiones eternas con el fisioterapeuta del equipo, tan duras para sus músculos que muchas veces abandonaba la sala al borde de las lágrimas.

Pasó la mañana del viernes y la parte más temprana de la tarde entrenando con sus compañeros. Cuando acabó volvió a su piso, muerto de hambre y sin nada que hacer. Llamó a Lorena, que llevaba días reprochandole por mensaje que no se veían desde hacía más de una semana.

La había conocido por Instagram en verano, y desde entonces quedaban de vez en cuando. Para él no era más que diversión, era una persona con la que sabía que podía contar cuando le entraban las ganas, y la falta de compromiso hacía que aquello fuese más sencillo, sin líos. Había un mutuo acuerdo en que ninguno de los dos quería nada serio, aunque en ocasiones Pedro dudaba que Lorena lo dijera de verdad, porque en cuanto pasaban algunos días sin haberse visto le atestaba el teléfono a llamadas y mensajes, cosa que él no hacía. Echaba en falta a Lorena en las noches que pasaba en otra ciudad u otro país y le apetecía echar un polvo, pero nada más. Nunca habían hablado al respecto, pero Pedro podía intuir que, si dependiera de ella, probablemente se verían con mayor frecuencia, y para algo más que para el sexo.

Sus encuentros siempre eran los mismos: quedaban por mensaje, ella iba a su casa o él a la suya (aunque solía ser más de lo primero para evitar que Pedro fuese visto o fotografiado de imprevisto), charlaban durante un rato, normalmente de las cosas más triviales: de lo que habían hecho ese día, de cómo estaban. Pedro nunca le había hablado de sus intimidades, de su familia, de la presión que en ocasiones le generaba la agenda o de las cosas que rondaban su cabeza. Lorena tampoco le había contado cosas así de personales. No tenían ese tipo de relación.

Después de unos minutos de charla, en una progresión bastante natural, empezaban a besarse y a quitarse la ropa. Cuando terminaban, quizá se quedaban un rato en la cama, aunque no se abrazaban, no había muestras de afecto, ni se besaban cuando no estaban en el acto. A Pedro le gustaba que las cosas fueran así. Lorena era una chica que le atraía sexualmente, pero no sentía nada por ella y no quería hacerle creer falsamente que sí. Le iba bien ese tipo de relación, le servía para desfogarse, y para ganar experiencia. No había estado con demasiadas chicas, por mucha fama de "ligón" que le quisiese dar la prensa, y en lo relativo a la intimidad él era bastante inseguro y torpe. En las primeras veces que se había visto con Lorena, ella se había reído de sus nervios y sus torpes preguntas durante el acto: "¿Así bien?¿Te estoy haciendo daño?" Con el tiempo, él se había adaptado a ella y ella a él, ahora se sentía algo más diestro, aunque estaba convencido de que con cada chica nueva con la que estuviese siempre se sentiría como si estuviese manteniendo relaciones por primera vez.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora