• Verano •

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Junio de 2023

Tras un tedioso mes y medio de exámenes y un par de recuperaciones que le habían quedado pendientes, para mediados de Junio, Ainara era oficialmente libre.

Dedicó su primer día de libertad a dormir toda la mañana, y por la tarde, correr a la playa con su bikini puesto, a sentir el sol sobre su piel, la arena bajo sus pies, y la brisa marina en sus fosas nasales. Eso era vida. Después de tantos días encerrada en casa, muerta del asco y sin poder disfrutar del tiempo tan bueno con el que se había despedido la primavera (algo, por lo general, atípico en el norte), lo único que necesitaba era eso; descanso, playa, y sol.

Llevaba casi desde el fin de semana en Barcelona sin ver a Martin, quien había estado más ocupado que nunca, entre el fin de la temporada a finales de mayo, y ahora, en Junio, la fase final de la Liga de las Naciones, que se había disputado en Holanda y que había terminado con España como vencedora. La familia, loca de contenta. Tan pronto como Martin regresó a San Sebastián, la familia se apresuró a celebrar una gran comida en la casa de los padres de Martin, que tenían un gran jardín en el que ponían una larga mesa para comer en los días de sol.

Era un domingo de cielo azul y calor moderado. Ainara y sus padres se plantaron en casa de los padres de Martin, con una buena botella de Txakoli y una bandeja de pantxinetas caseras para el postre. Les abrió la puerta el propio Martin, con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos cansados de tanto viaje y tanto partido. Ainara corrió a lanzarse a sus brazos.

-Ya se nos iba a olvidar tu cara.- protestó, con la cara aplastada contra su hombro.

-Anda, anda.- negó su primo, haciendo un gesto de desinterés.

Por petición de sus padres, Martin había invitado a la comida a Álex y a Robin, quienes eran muy queridos por la familia y a los que invitaban con mucha frecuencia a alguna comida familiar, como si fuesen unos miembros más del clan Zubimendi. Los dos jugadores ya estaban sentados a la mesa del jardín, puesta con sus platos y sus copas y sembrada de aperitivos. Ainara se acercó a dar dos besos a cada uno. Tenían, al igual que Martin, ojos de cansancio ocultos tras las gafas de sol, pero el semblante relajado de acabar de empezar unas merecidas vacaciones.

Se congregaron en torno a la mesa y comieron. Todos tenían ganas de escuchar hablar a Martin, quien llevaba tantas semanas ausente. Él, junto a sus compañeros, relataron a una atenta familia sus vivencias en Holanda, los momentos duros y los momentos más divertidos, como la torpeza de los tres para comunicarse con los locales. Mientras, comían de sus platos y daban sorbos a sus copas. Sobre sus cabezas brillaba un potente y cálido sol. Se escuchaban los zumbidos de insectos en los árboles y en los arbustos del jardín. Y en el césped, tumbada, la perra de Martin, disfrutando del sol. Ainara había echado mucho de menos escenas como aquella, estar todos reunidos, celebrando.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora