(El actual bonus transcurre temporalmente en la Semana Santa de 2024, antes de los eventos del último capítulo)
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Ainara abrió los ojos. Estaba acurrucada en el asiento del copiloto, con su abrigo echado por encima a modo de manta. A través de la ventanilla, cielo gris, árboles, colinas.
-Buenos días.- dijo Robin, al volante, con tono bromista. Le acarició el hombro a modo de saludo.
-Hm...¿cuánto queda?- preguntó, con la voz dormida.
-Unos cuarenta minutos.
-Entonces, ¿estamos ya en Bretaña?
-Sí, todo esto es Bretaña.
Emocionada, contempló el paisaje que, en realidad, no distaba en absoluto de Gipuzkoa: valles verdes, montañas revestidas de bosques frondosos, cielo encapotado y llovizna que salpicaba los cristales de gotitas. Robin no mentía cuando decía que su tierra natal era muy similar al País Vasco.
Aprovechando las vacaciones de Semana Santa, los padres de Robin los habían invitado a pasar un par de días a su casa en Bretaña; estaban entusiasmados por conocer a la novia de su hijo, y porque ella pudiese conocer a la familia, de modo que habían emprendido el viaje el día anterior. Como eran muchas horas de coche hasta el pueblo de Robin, habían pernoctado en un hotel muy bonito y rústico a la altura de Burdeos. Allí habían amanecido, y, tras un buen desayuno (cruasanes de verdad, había dicho Robin, aunque Ainara había bañado el suyo en Nutella), habían reemprendido la marcha. Como habían madrugado bastante para poder llegar a la hora de comer, Ainara había decidido dormir un rato más en el coche.
En la radio sonaba a volumen bajo una canción de Noah Kahan, de la playlist de Spotify que Ainara había conectado al Bluetooth. Habían solucionado muy rápido el problema de quién elegía la música del coche: cada vez que a Robin le apetecía escuchar alguna canción, ella la ponía en la cola y viceversa.
-You bought some shit, you search online
You're gettin' lost, you're gettin' high
All alone, late in life
Scared to live, scared to die- canturreó ella al ritmo de la canción. El rollo de ésta desde luego que pegaba con el paisaje; frío, lluvioso, gris.
-¿Cómo estás?- preguntó él.
-Un poco nerviosa.
La mano de Robin frotó su muslo con cariño.
-Les vas a encantar, no te preocupes
Ella sonrió y posó su mano sobre la de él.
-Eso espero.
Al cabo de media hora, Robin aparcó junto a una encantadora casita, edificada cerca de los lindes del bosque. Varias casitas de una arquitectura similar se extendían por toda la colina. Era un lugar tranquilo y bonito; olía a lluvia, a tierra y a césped húmedo. Tan sólo se escuchaba el trinar de algunos pájaros, el repiqueteo de la lluvia y la ocasional melodía de los cencerros del ganado. Tras ella, se extendían colinas verdes y suaves, bajo un cielo cubierto de nubes grises. No distaba mucho de los paisajes que uno podía encontrar en Gipuzkoa, por lo que Ainara no se sintió del todo lejos de casa.
-¿Es aquí?- preguntó ella, desabrochándose el cinturón.
-Sí, aquí es.
Una brisa gélida los sorprendió al salir del vehículo. Primavera francesa, dijo Robin. No se distinguía mucho del invierno.
Caminaron hasta la verja de la entrada a una de las casas, en cuya placa se leía el número 24. Ironías de la vida. Robin pulsó el timbre, y a su encuentro salió una mujer rubia de ojos azules. Saludó en una frase híbrida de español y francés. Abrazó a su hijo y, con una sonrisa encantadora, hizo lo mismo con Ainara. Se llamaba Corinne. Dijo en un español muy torpe que era un placer conocerla, y después le dijo algo a su hijo en francés, que Ainara no comprendió, pero por su deje al hablar, supo que era un reproche. Las madres parecían tener un idioma universal.
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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢
Fanfiction" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 " Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
