" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 "
Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
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No entendía nada.
Pedro se encontraba caminando por las calles de Barcelona, con la capucha de la sudadera puesta para que no le reconociese la gente, acompañado de una chica a la que apenas conocía, en dirección a la playa. La idea que hacía quince minutos le había parecido buena, ahora, cuando la borrachera poco a poco comenzaba a disoparse, le empezaba a parecer una catástrofe.
Les iba a ver alguien. Les iban a sacar fotos, y al día siguiente se encontraría a medio mundo en redes especulando sobre su nueva novia.
Me cago en mi puta vida.
Se colaron por una callejuela en la playa del Llevant, situándose cerca de unos peñascos. A aquellas horas, no había, afortunadamente, nadie por allí. Durante unos instantes, ambos contemplaron las olas que suavemente lamían la arena, dejando halos húmedos en esta. La luna salpicaba el mar de destellos blanquecinos.
Pedro palideció al ver cómo Ainara comenzaba a quitarse la ropa sin previo aviso, comenzando a dejar a la vista un cuerpo que, si bien podía intuirse con ropa, sin ella no dejaba dudas de su buena forma, sus curvas, y sus relieves.
-¿No vienes?- dijo mientras se quitaba el top. La luna brilló en la joya del piercing que llevaba en el ombligo. Naturalmente, no llevaba bañador; iba a meterse al agua en sujetador y tanga. Dejó su bolso cuidadosamente oculto bajo el montículo de su ropa.
-Eh, sí, ahora voy.
Ella, sin esperarle, terminó de quitarse la ropa y corrió a la orilla. Pedro hizo un esfuerzo sobrehumano para no mirarle el culo. Poco a poco, Ainara se fue introduciendo en el agua.
-¡Joder!¡Qué fría!- dio unos saltitos en el agua antes de coger impulso y zambullirse por completo. Sacó la cabeza a la superficie.- ¡Vente, no me dejes aquí sola!
-Voy, voy.
Empezó a desnudarse. Se retiró la sudadera y la camiseta de debajo. Se desabrochó la cadena que llevaba al cuello y la metió en el bolsillo de sus vaqueros antes de quitárselos también. Podría haber cogido un bañador en casa, pensó. No había caído. Dejó su ropa junto a sus zapatillas.
En la porción húmeda de la orilla, una ola le pilló desprevenido y engulló sus pies, haciéndolo estremecer. Estaba helada. Con cuidado, se mojó las manos y se las fue pasando por los brazos y los hombros.
-¿Qué haces?- preguntó Ainara, que chapoteaba a escasos metros.
-Intentar acostumbrarme a la temperatura del agua.
-Si te lo piensas es peor.
Tomó aire y se sumergió por completo. Buceó unos segundos, esperando a que su cuerpo se acostumbrase al frío. Joder. Eso no podía ser bueno para la lesión.