• Un buen viaje nunca acaba cerca •

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De Zubieta, al aeropuerto de San Sebastián. Del aeropuerto de San Sebastián, a Madrid-Barajas, y de Madrid-Barajas, a Las Rozas. Días más tarde; de Las Rozas de vuelta a Madrid-Barajas, y de allí, al Aeropuerto de Berlín-Brandeburgo. A los jugadores de La Real seleccionados por De la Fuente para aquella Eurocopa les esperaba un largo día de trayectos. La Selección era una de las raras ocasiones en las que jugadores de todas partes de España, de distintos equipos y ligas, dejaban a un lado sus rivalidades para compartir un mismo objetivo: La Eurocopa.

Habían sido nada más y nada menos que cinco los jugadores Realistas que habían sido convocados para la Absoluta. Que se hubiese tenido semejante consideración con jugadores vascos, cosa que en anteriores entregas de la Eurocopa no se había dado, generaba una profunda sensación de orgullo entre los demás miembros del equipo y la directiva del club. Por fin se les estaban dando sus flores a los vascos.

Por la mañana, Remiro, Robin, Oyar, Merino y Martín se despidieron en Zubieta del resto de sus compañeros, quienes no se libraban de sus entrenamientos rutinarios. Allí, un autobús los llevaría al aeropuerto. Familiares y amigos habían acudido también a despedirse, entre ellos, Ainara, como no podía ser menos.

-Traed la Copa a casa.- Le pidió a Martín mientras le abrazaba con fuerza.

-Poco pides tú.- ironizó.- Da gracias si no nos ventilan en cuartos.

-Eso, tú, ante todo, positivo.- repuso Merino mientras depositaba su equipaje en el compartimento del autobús.

Entre palabras cariñosas de ánimo, Ainara se despidió de cada uno de los seleccionados, dejando a Robin para el final.

-La mitad del verano en Alemania, con chaqueta y sin ver un rayo de sol...- se lamentó él, negando con la cabeza.

-Claro, porque Donosti es un paraíso tropical, lo había olvidado.- bromeó Ainara, alzando el rostro hacia el cielo gris que cubría aquella mañana de Junio.

-Bueno; aquí al menos hay playa.

Ella se mordió el labio y lo abrazó.

-De verdad, qué tonto eres.

Él correspondió al abrazo, estrechándola contra su cuerpo, tratando de retener todo lo posible su aroma y la sensación de su pequeño cuerpo contra el suyo, de su pelo haciéndole cosquillas en la nariz, sus manos aferrándose a su camiseta. Quería grabarse todo en la memoria, para así poder subsistir durante aquellas largas semanas que pasaría sin verla. Encajaban. Robin no sabría explicarlo con palabras, pero encajaban, incluso con los más de veinte centímetros y más de treinta kilos que se interponían entre ambos.

-Te voy a echar de menos.- murmuró contra su pecho, apenada.

-Y yo a ti, pero nos veremos pronto.- la consoló él, hundiendo los dedos en el cabello de Ainara.

-Y tan pronto; en cuanto apruebe todas, cojo pitando un avión hacia Alemania.

Él se rió.

-Perfecto. Yo estaré esperando. Estudia mucho, ¿eh?

Ella asintió.

-Y tú entrena mucho. Y no metas agarrones, que quiero verte jugar en todos los partidos.

Se besaron. Ainara casi no dejó que el pobre Robin subiese al autobús, se aferraba a él con fuerza y cada vez que se separaban, volvía a atraerlo hacia ella para besarlo otra vez.

-Ya empiezan.- dijo Álex, negando con la cabeza.- Dais asco.

-No seas hipócrita. Porque tu chica no ha podido venir por curro, que si no, estarías igual.- lo reprendió Oyar, siempre tan neutral y correcto. Cómo se le notaba la capitanía. Él, por su parte, ya se había despedido de su pareja y de su bebé. Era el mayor tiempo que iba a pasar lejos del pequeño Martín desde que éste había nacido a principios de Diciembre, y había soltado unas pocas lágrimas de padre desolado al tener que decirle adiós. Ya lo entenderéis cuando seáis padres, había dicho.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora