• El francés •

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Era gracioso, en realidad, pensar en cómo habían sucedido las cosas.

Ainara desconocía si él se acordaba también, lo que si sabía es que ella recordaba con una vergonzosa cantidad de detalles la primera vez que lo vio.

2020, febrero. En menos de un mes, estarían encerrados por la pandemia. Pero claro, en aquel momento todo el mundo desconocía lo que estaba a punto de suceder, y aquel día, en aquel partido, con un Anoeta lleno, todos los asistentes desconocían que aquella sería de las últimas veces que podrían ver un partido en un estadio hasta dentro de mucho tiempo.

Ainara sabía que habían ascendido a un chico nuevo al primer equipo, pero no había tenido la ocasión de conocerlo. Por aquel entonces, diecisiete años, a meses de cumplir la mayoría de edad, no tenía tanto trato con los compañeros de Martín, en parte, porque estaba mucho más ocupada, con las clases que le quitaban todo el día, los deberes, la preparación de la selectividad, y por otro lado, porque Martín también era muy nuevo en el primer equipo, de hecho ni siquiera formaba parte de él de forma oficial; tan sólo contaban para él para partidos contados, por lo que apenas se llevaba con nadie, y se partía el lomo por dar una buena impresión y estar a la altura de los demás, demostrar que, pese a jugar la mayor parte del tiempo en el filial, podía mantener el tipo en un partido de primera sin ningún problema.

29 de febrero, partido especial en Anoeta; Real Sociedad contra Valladolid, finalizado con la victoria del equipo txuri-urdin tras un par de partidos sin ganar. La afición estaba eufórica, y el ambiente en el estadio al finalizar el partido era de alegría y ánimos.

Ainara bajó a los túneles a felicitar a Martin, veintiún años recién cumplidos en ese momento. Era divertido verlo junto a los jugadores fijos del primer equipo, era como ver a un niño tratando de encajar entre adultos; estaba serio, tenso, tímido.

-En nada te ascienden, estoy segura.- dijo ella, cubiertas hasta la barbilla por su bufanda a rayas.

-Ojalá.- contestó él, ruborizado.

Algunos compañeros se acercaron a felicitar a Martin por su desempeño durante el partido. Sabiendo lo mucho que le costaba integrarse con los demás, Ainara le dio su espacio. Fue entonces cuando sus ojos recayeron en el nuevo fichaje del primer equipo; el chico francés, por su cuenta, algo apartado de los demás. Era muy alto, los labios finos apretados, pómulos afilados, ojos oscuros, dulces, pese a la seriedad de su rostro. Era innegable que era muy guapo. Llamaba la atención; en especial, la de el público femenino. Durante los partidos en Anoeta, a Ainara no se le había escapado que en ocasiones, algunas chicas que estuviesen cerca de ella sonreían y cuchicheaban entre ellas acerca de aquel chico guapo. ¿Cuántas de esas chicas matarían por tener la oportunidad que tenía Ainara de estar tan cerca de él, en aquellos túneles? Sería estúpido no aprovechar. Ainara, quizá porque en aquel momento era más niña y más desenvuelta, se acercó hacia él, sonriente.

-Hola.- saludó. Los ojos de aquel chico tan guapo y tan serio se posaron sobre ella. Sintió un escalofrío que recorrió la totalidad de su espina dorsal. - No nos han presentado. Soy Ainara, la prima de Martin. Tú eres Robin, ¿no?

El francés asintió.

-Encantada. Buen partido, hoy.- El chico frunció el ceño, como si Ainara acabase de hablarle en un idioma extraterrestre.- Habéis jugado bien.

Parpadeaba, batiendo las pestañas (hacía muy pocos meses que había aprendido a echarse el rímel de forma correcta). Era gracioso, quizá indicativo de lo niña que era, que pensase que un hombre de veintitrés fuese a fijarse en una cría de diecisiete. A veces, echaba la vista atrás a aquel momento, y se moría de vergüenza por haber hecho semejante ridículo.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora