• El viaje •

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Como era de esperar, en cuanto les mencionó el plan de ir a Barcelona el fin de semana del 20, a sus padres no les había hecho ninguna gracia. Que tenía que centrarse en sus exámenes y estudiar. Martin le había dicho que él no tenía ningún inconveniente en llevarla: podían hacerle un hueco en el autobús del equipo; como habían hecho en otras ocasiones para las novias o amigos de alguno de los miembros, y podía pedir dos camas para su habitación en el hotel de Barcelona, pero su primo le había dejado bien claro que sin la aprobación de sus padres, nada. Él, por mucho que fuese muy permisivo y siempre cediese ante los caprichos de su prima, pasaba de líos con sus tíos.

De modo que Ainara puso en marcha el plan que sabía que siempre funcionaba: pasó diez días de intensivo estudio, sin apenas salir de su dormitorio (menos cuando su madre le obligaba a ir al salón veinte minutos para ventilar), asegurándose de que sus padres notase lo duro que estaba trabajando. Siempre que quería que sus padres le diesen permiso para cualquier cosa, siempre hacía lo mismo: ser una santa durante días hasta que cediesen.

Y, sin excepción, cinco días antes del tan ansiado sábado, sus padres; a la hora de la comida, le dieron el beneplácito.

-Has estado estudiando mucho, te lo mereces.

-Si, y así sales un poco de esa habitación, que van a empezar a salir hongos.

De modo que el sábado, bien temprano por la mañana, Ainara hizo una pequeña maleta de mano, se planchó el pelo, y corrió a subirse en el autobús que la llevaría a Barcelona: azul y con el nombre de Real Sociedad escrito en grande por toda la extensión del vehículo. Dentro ya estaban todos los miembros del equipo, la mayoría con las cortinas de sus ventanillas corridas y reclinados en sus asientos, tratando de descansar un poco durante el trayecto. Martin estaba sentado en uno de los asientos traseros, habiendo dejado el anexo al suyo vacío para que Ainara y él pudieran sentarse juntos. Tras ellos iban Remiro y Le Normand. Los tres, que siempre andaban juntos como si estuviesen pegados, charlaban en susurros entre ellos. Parecían estar muy despiertos, sin intención de dormir; a diferencia del resto del equipo. Se acercó a ellos. Martin la saludó con una carantoña en el pelo.

-Oye, ¿tú qué? La ventanilla para mí.- declaró, dándole un empujoncito a su primo en el hombro. Era igual que cuando de niños el padre de Martín les llevaba al Anoeta a ver algún partido y ambos se peleaban por ver quién se sentaba de copiloto, pelea que siempre acababa ganando su primo.

-Sí, que te lo has creído. Tú en pasillo, y no des el coñazo.

-Martin.- se quejó, zarandeándolo del brazo.

-Anda, cámbiate conmigo.- se ofreció Álex; levantándose de su asiento de ventanilla. Gustosamente; Ainara tomó su asiento y él se sentó en el asiento de pasillo junto a Martin, que, medio en serio, medio en broma, abroncó a su compañero de equipo

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora