" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 "
Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
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• Agosto de 2023 •
Algo le pasaba.
De eso, no había duda.
No tenía nada que ver con su rendimiento, con la vuelta a los entrenamientos ni con el impacto que la vuelta a la rutina había tenido sobre su físico. Y, aunque fuese perfectamente consciente de ello, no se atrevía a decírselo a nadie. Por fortuna, ninguno de sus compañeros o amigos parecían haberse percatado de ello. Quien sí se había dado cuenta era Lorena.
Y, ¿cuál era el problema? Pues que Pedro, de repente, parecía haber perdido el apetito sexual. No tenía ganas. Y habían pasado ya unas tres largas semanas desde su regreso a Barcelona, y nada. Aquello era grave.
El primer día que pasó fue a los pocos días de haber vuelto de Tenerife. Al acabar el entrenamiento, se vio con Lorena, quien prácticamente se había autoinvitado a su casa, alegando que tenía ganas de verle, que le había echado de menos. Echado de menos. Uf, cada vez que Lorena le decía aquello, y no lo hacía poco, Pedro sentía una punzada de malestar, a sabiendas de que no correspondía ese sentimiento.
Lorena, por su parte, había pasado sus vacaciones en Ibiza y Mallorca. Nada mal, y, por las fotos que había subido a su Instagram, Pedro podía intuir que no se había pasado el verano llorándole. Aquello era lo mejor; que ella hiciese su vida y la disfrutase, que ella fuese independiente de él y él de ella. Así lo tenían acordado, y así lo prefería él.
Normalmente, cuando pasaban unas semanas separados era cuando más ganas se tenían al volver a verse. El primer sexo después de tantos días separados era increíble, como si se liberase toda la energía contenida. Entonces, ¿cuál era el problema?
Pues que, cuando Lorena llegó a su piso, y, tras un rato charlando con él sobre sus vacaciones, sobre las Islas Baleares, el sol y la playa, ella comenzó a besarlo, y se sentó a horcajadas de su regazo con impaciencia y, joder, lo que en cualquier otra ocasión le hubiese puesto como una moto, aquel día, nada de nada. No es que no sintiese nada, como era lógico; no estaba hecho de piedra, y los besos y el roce no habían tardado en hacerse notar, pero, uf, que no, que no le apetecía, no le salía ponerse sexual. Y Lorena, que si bien quizá no se enteraba demasiado de los sentimientos de Pedro, no tenía un pelo de tonta, notó que algo no iba bien y se apartó.
-Cariño, ¿pasa algo?- inquirió, acariciando su mejilla con ternura, con esa insistencia que parecía tener siempre en ponerle motes cariñosos como si fuesen pareja.
Pedro asintió, deslizando las palmas de las manos por sus muslos.
-Oye, ¿te importa si hoy no...? Es que no me apetece.