• Prima volta •

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Yo soy español, español, español!- coreaban los aficionados españoles que se aglutinaban a la salida del Veltins Arena, formando una marea de camisetas carmesí veteadas de dorado. Entre aquella multitud de gente ebria, Ainara y Haizea saltaban y cantaban al compás, contagiadas del espíritu de aquel día de partido. Italia y España. Los aficionados de ambos equipos eran coloridos, ruidosos, ocupantes de espacio. Ambos con la certeza de que su país sería el vencedor.

Quedaban aún cuarenta minutos para el partido, y ninguno de los allí presentes parecía tener demasiada prisa por entrar al estadio.

-Buah, yo ya voy mal, ¿eh? La puta cerveza alemana.- dijo Haizea, mirando su vaso medio lleno antes de dejarlo en el suelo como un alcohólico decidido a dar la vuelta a su vida.

-Sí, cerveza alemana. Y el Vodka ruso, y el vino italiano, no te jode. Llevamos bebiendo desde la hora de comer.- dijo Ainara, pasándole un botellín de agua. Ella llevaba un cigarrillo a medio consumir entre los dedos y las gafas de sol a modo de diadema sobre la cabeza.- Al primer córner del partido ya te despejas.

-Hombre, y tanto. Pero paso de beber más, que si no, no voy a poder leer lo que pongan en las pantallas.

Ambas amigas se habían enfundado en sus camisetas de la Absoluta para la ocasión. Haizea se había puesto la del dorsal de Mikel Merino (porque siempre hay que apoyar a los nuestros, había dicho), y Ainara había optado por ponerse la del dorsal número 3, la de Robin; porque pasaba de ponerse la otra y que Haizea hiciese preguntase de por qué no se ponía la de su chico. Se había sacado por fuera de la camiseta el colgante que le había regalado Robin, y de cuando en cuando besaba el dije como quien besa un rosario para la buena suerte.

-Va, vamos a sentarnos.

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-¡Venga va, señores, va!- alentaba Morata, dando palmadas que retumbaban en las cuatro paredes del vestuario.- Jugamos como sabemos, jugamos limpio, jugamos bien. No se pierde el tiempo, no se inician peleas, no se protesta al árbitro, ¿capisci?

Los compañeros gruñeron algo que se asemejaba a un sí. Pedro estaba terminando de atarse las botas. Aquel día iba a ser titular, lo esperable. Notaba aquella incomodidad en el estómago tan propia de la previa a un partido, la electricidad que recorría sus extremidades, preparándolo para correr, para cabecear, para disparar. En definitiva, para todo. Afuera se escuchaban los vítores del público.

Aquello comenzaba ya.

Un trabajador les dio la señal. Era el momento de salir al campo. En fila india, junto con los del equipo rival. Se colocaron para los himnos. Pedro estaba medio ido, como siempre que tenía partido. Sólo estaba enfocado en jugar, sólo quería que el árbitro diese el pitido inicial para soltar todo lo que llevaba dentro. Tenía mucha energía que quemar.

Y vaya si la quemó.

Minuto uno. Pitido. En una jugada preciosa, Nico Williams se fue a línea de fondo, la puso al centro del área. Pedro ni se lo pensó, tan sólo puso la cabeza.

Tunc

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Uuuuyy!- gritó a unísono la grada atestada de hinchas españoles, quienes, casi a la vez como si lo hubiesen ensayado, se llevaron las manos a la cabeza.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora