𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢

• Una conversación adulta •

(Pido perdón de antemano por los separadores, que están súper asimétricos y dan toc. No importa la de veces que los edite, que se ponen como les da la real gana. Intentad ignorarlo porfis 🫰🏻)

⠂⠁⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁

Sobre la mesa de la consulta de Ángel había una caja de pañuelos de papel. Pedro tenía la sensación de que aquel objeto inanimado lo mirada, a la espera de que él llorase. No iba a hacerlo. No es que tuviese miedo a llorar: había llorado en partidos, había llorado por lesiones, por quedarse fuera de Champions, de Copa, delante de sus compañeros, delante de cámaras, de su familia...pero llorar delante de Ángel por sus estúpidas movidas del corazón le haría sentir ridículo. Un fracasado. Un pringado. En parte, porque pensaba que no se merecía llorar ni estar triste por algo que, en el fondo, había sido su culpa.

-¿Pedri?¿Me escuchas?

-Sí, sí.

-A ver, lo que te decía: que siempre que venís por aquí, os doy a todos la misma explicación; yo veo la cabeza humana como un entramado de hilos, y la terapia básicamente es ir tirando poco a poco de los hilos para ir deshaciendo los nudos e ir desenredándolos.

-Es una buena forma de verlo.

-Es básicamente para que os deje de dar miedo la idea de venir. Ir a terapia no significa que tengas nada malo, ni que seas inferior. Es más, yo creo que todo el mundo, en mayor o menor medida, debería ir a terapia. En fin, dicho esto, ¿te parece que lo retomemos por donde lo dejamos ayer?

-Sí, sí.

Tic, tic, tic, tic

Llovía. La lluvia repiqueteaba sin cesar contra la ventana de la consulta. La distancia es algo curioso, porque hace que la gente busque conexión con la otra persona en los detalles más pequeños, como, por ejemplo, el cielo. ¿Cómo estaría en San Sebastián? Seguro que nublado también, sin duda. ¿Llovería allí también?¿Ainara estaría mirando la lluvia?¿Desde donde?¿Su casa?¿La universidad?

-...y, bueno. Yo quería seguir insistiendo, intentar contactar con ella, pero entendía que si no me estaba respondiendo era porque no quería hablar conmigo, y no quería tampoco faltarle el respeto, pero...en fin, da igual, es una tontería.

-No es una tontería.- insistió Ángel, negando con la cabeza.- Te estás abriendo, eso es bueno. Tú dime lo que estés pensando, yo no estoy aquí para juzgarte.

-Pues...que hay algo de mí que tiene la sensación de que lo nuestro no se ha terminado definitivamente. En plan, que en algún momento volveremos a vernos. Y quizá por eso me cuesta tanto dejarlo ir. No sé.

Ángel escuchaba y asentía. Dio un suave golpe sobre la mesa con la punta de su bolígrafo.

-Bueno, lo primero de todo, está bien que estés respetando sus límites. Eso siempre, porque, claro, vale que no habréis hablado, pero me imagino que ella también estará pasando por ese duelo, y quizá lo que quiere es estar tranquila y sola.

••

-Oye, tú, ¿qué?- preguntó Haizea junto a la máquina de café, en el descanso entre clases.

-Yo, ¿qué?- repitió Ainara, con aire distraído, removiendo la varilla de plástico en su vaso de papel, tratando de atemperar el café.

-Tienes una cara...como de recién follada.