• Secreto de uno, secreto seguro •

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-¡Ainara!- gritó su madre desde el piso inferior de la vivienda.

-¿Qué?- contestó ella con el mismo tono de voz, quizá sonando algo más molesta de lo que debería, pero estaba a una semana de dos exámenes súper importantes, estaba agobiadísima y el calor de mediados de Junio no ayudaba.

Su madre no respondió. Típico de madres.

-¿Qué?- repitió ella, alargando la última vocal. Silencio. Sólo pasos subiendo las escaleras, y después, un toquecito a su puerta.

Su padre entró, con una caja de cartón de tamaño medio en las manos.

-Para ti.

Ainara, que llevaba una semana entera sin quitarse el ridículo pijama corto de Snoopy y el pelo lleno de grasa recogido en una coleta, frunció el ceño.

-No he pedido nada. ¿Seguro que no es para ti?

-Está a tu nombre, maitia.

Ainara lo cogió y lo dejó sobre la cama. Rajó el celo que unía a las dos tapas y apartó el papel de arroz que protegía su contenido. Una camiseta de la selección de aquel año, de un rojo carmesí brillante, el escudo a un lado del pecho, un número tres a la altura del corazón.

La sostuvo en alto y la volvió para ver el dorsal. Ahí estaba, brillante, nuevo, en letras doradas: Le Normand, 3. Sonrió, aunque era una sonrisa con un toque de añoranza.

Debajo, otra camiseta doblada con el mismo esmero. En su dorsal: Zubimendi, 18. En la parte inferior de la caja, había una nota con el logotipo de la RFEF en una de sus esquinas. La leyó en alto:

"Querida Ainara:

Te hacemos entrega de las camisetas que representarán a nuestra Selección en esta campaña de la Eurocopa, y que, con un poco de suerte, nos llenarán de orgullo este año. Esperamos que puedas lucirlas cuando vengas a animar a nuestros chicos en Alemania. ¡Te esperamos!

Auf geht's! "

-Qué detalle.- dijo su madre, asintiendo.

-Sí, la verdad es que sí.

-Oye, ¿y cuál te vas a poner?

Pum. Ahí estaba, la pregunta. ¿Cuál se ponía?¿El dieciocho de su primo o el tres de...bueno, de su novio?

-Ah, pues no sé. Un día, una, y otro día, otra, ¿no?- dijo, tirando balones fuera como una auténtica profesional. ¿Quién diría que el futbolista era su primo?

-Sí, pero me refiero a si llegan a la final.

-No sé, ama. Primero.- dio unos golpecitos con la uña acrílica de su índice sobre los apuntes desperdigados por su mesa.- Esto. Luego ya pensaré en la Eurocopa.

-Muy bien. Esa es la actitud. Bueno, te dejo que sigas a lo tuyo. En media hora o así comemos.

-Valep.- dijo, mientras ella cerraba la puerta.

Una vez se quedó sola, resopló. Cogió ambas camisetas y las estiró encima de la cama, con los dorsales boca arriba. Dieciocho, tres. Tres, dieciocho. Zubimendi, Le Normand. Le Normand, Zubimendi. Sus ojos saltaban de un número al otro. Cogió la del dorsal 3. Se la puso por encima de la camiseta de tirantes. El borde de la manga le llegaba hasta los codos, y el borde le llegaba hasta la cadera. Se enrolló el borde y se hizo un nudito a la altura de la espalda para que le quedase algo más ajustada. Se miró en el espejo. El rojo le sentaba bien. Se dio media vuelta, observando el dorsal.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora