• De cuando te tuve •

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(Pequeño episodio para rendir tributo al nuevo disco de Bad Bunny y a esta canción tan bonita🥳🥳)

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" Debí tirar más fotos de cuando te tuve,

Debí darte más besos y abrazos las veces que pude "

-Bad Bunny

El invierno en ocasiones era tan frío, tan oscuro, y tan largo que uno podía llegar a olvidar que en algún momento existió el verano.

Ainara pensó en eso cuando descorrió las cortinas de su habitación y observó el enésimo día nublado que había amanecido en San Sebastián. Ni siquiera la proximidad de Marzo la consolaba, porque en el norte no se podía hablar de una auténtica primavera verde, florida, y cálida, hasta, como mínimo, Abril tardío o Mayo temprano.

Sin embargo, en medio de aquella mañana gris, se topó con un pequeño recordatorio del verano. Con el pelo todavía húmedo de la ducha, Ainara se vestía para ir a la universidad. Removió el cajón de su cómoda hasta encontrar los vaqueros que quería ponerse. Se los embutió, y todavía en sujetador, antes de ponerse parte de arriba, se acercó a la mesita de noche a coger el colgante de Robin, que se quitaba todas las noches antes de dormir y se ponía todas las mañanas cuando se vestía. Y al abrochárselo, observó algo en la piel de su pecho, junto al dije en forma de flor.

Allí estaba. Sigilosa sobre su piel, una peca. Apenas visible, con el color muy desvaído, pero una peca al fin y al cabo. Y entonces Ainara recordó que, en verano, tenía el pecho entero perlado de pecas, y los hombros, los brazos y las mejillas. Y sobre todo, donde más le salieron fue en Tenerife. Parecía que habían pasado mil años desde aquel viaje. Ella desde luego que había vivido mil vidas desde entonces.

Con sólo pensar en ello, un imparable torrente de recuerdos invadió su mente. Olvidarlos no había podido, su cabeza parecía haberse limitado a archivarlos, guardarlos a buen recaudo para proteger a Ainara de la autodestrucción.

Y se dio cuenta de que aquellos diez días en Las Islas, una ventana de tiempo relativamente corta, dieron para muchos recuerdos. Cada día que pasó allí estaba fragmentado en decenas de ellos. Claro, en el momento, ella vivía las situaciones sin saber que se convertirían en recuerdos. En recuerdos que en el presente querría olvidar.

Llevaba mucho tiempo sin pensar en Tenerife. Y cuando lo hizo, la asaltó un recuerdo en particular.

Fue un día cualquiera, ya ni recordaba qué día sería, ni a cuántos días estaría de su vuelta al País Vasco. Estando allí, el tiempo no existía, no operaba de la misma forma que de normal, ni ellos se ceñían a horarios normativos; un día podían comer perfectamente a las cuatro de la tarde y cenar a las doce.

Había amanecido una mañana de sol, como todas en Tenerife. La luz dorada, esa que ahora, en Donosti, casi había olvidado, se filtraba por el ventanal del dormitorio. Franjas de luz se abrían paso, bañando el suelo de madera de la habitación. Ainara se removió entre las sábanas. Sus piernas estaban enredadas con otras, y cuando se volvió en la cama, se encontró con la imagen de una espalda, tonificada y bronceada, una silueta masculina que se recortaba contra la luz del nuevo día.

Abrazó el cuerpo que se encontraba junto a ella y trazó figuras en la espalda. Círculos, un corazón, su nombre...hasta que noto cómo comenzaba a despertarse.

-Pedro.- lo llamó con suavidad. Se inclinó ligeramente para poder verle la cara.- ¿Estás despierto?

Él respondió con un suave gruñido. Vaya. Eso era que sí, pero que no le daba la gana levantarse.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora