• Las olas •

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"Cuando dos personas tienen sexo, para mí, la imagen es la de las olas chocando contra las rocas. Casi me da la sensación de que es como cuando dos cuerpos se encuentran, y las rocas siempre se van erosionando; siempre van perdiendo un poco de ellas. Siento que, cuando hay una conexión real, profunda, con alguien, siempre hay una parte de ti que se pierde, porque la otra persona la tiene, y de esa otra persona tu también te llevarás algo, y ese pequeño algo jamás lo va a recuperar. Y es bonito así."

-Rosalía

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Lo que tienen las últimas veces es que rara vez se es consciente de que lo son. Se hacen cosas por última vez, se habla con personas por última vez, se visitan lugares por última vez, y quizá, no se sabe que ese algo no va a volver. Es mejor, quizá, que sea así. Es mejor no saber, porque el para siempre pesa mucho.

La última vez que Pedro y Ainara se vieron fue un poco así; manchada de incertidumbre, como todas las otras veces que se habían visto. Ninguno sabía cuándo iba a ser la próxima.

Ninguno sabía que aquella sería la última vez que se verían en mucho tiempo.

Finalizaba Noviembre. El cumpleaños de Pedro había sido el día 25, había cumplido veintiuno, al igual que Ainara un mes atrás. Lo que comenzó como una idea disparatada por mensaje, Ainara diciéndole que ojalá pudiera pasarse por San Sebastián para que ella pudiese felicitarle como era debido, terminó convirtiéndose en Pedro cogiendo el coche de forma exprés para subir al norte, un viaje de cuatro horas que finalizaría bien entrada la noche para que nadie lo viera.

-Estás loco.- Le había dicho, entre risas, Ainara en la llamada en la cual él le había comentado su impulsiva decisión.- Sobre las dos de la mañana no hay nadie en la calle y mis padres estarán ya muy dormidos. Te espero en mi casa.

A oscuras, tendida sobre la cama hecha, con la ropa puesta y las manos entrelazadas sobre el vientre, Ainara se dedicaba a esperar en total silencio, sin mayor sonido que el leve rumor de las pocas hojas que quedaban en los árboles al ser sacudidas por el viento y la cercana y posteriormente lejana voz de algún viandante nocturno. Aunque no supiera que aquella vez sería la última, algo en ella era capaz de notar que iba a ser distinta a las demás. Notaba un ambiente pesado, que se le encaramaba al cuerpo y depositaba su peso sobre ella. Siempre sentía algo similar cada vez que veía a Pedro, pero aquella vez, el sentimiento estaba tintado de algo más, un matiz más oscuro y pesado, que quizá ella atribuyó al cansancio; a las altas horas de la madrugada que eran, y quizá por eso no le prestó atención.

Ese matiz oscuro terminaría por contaminar todo, pero, claro, ¿cómo lo iba a saber?

Cuando la luna, velada por las nubes color ceniza del cielo, alcanzaba el centro del cielo nocturno, recibió el mensaje. "Estoy en la puerta"

Bajó las escaleras cuidando de no hacer ruido. Abrió la puerta cuidando de no hacer ruido. Se lanzó a los brazos del chico que la esperaba al otro lado cuidando de hacer ruido y lo subió a su dormitorio cuidando de hacer ruido aunque les resultó muy difícil, pues cada pocos pasos él la estrechaba contra su cuerpo para besarla. Apenas les había dado tiempo a decirse hola. Tampoco era necesario.

Se colaron con sigilo en la habitación y cerraron la puerta. Se besaron con fuerza en la oscuridad. Bocas y lenguas que ya se conocían se volvieron a unir sin dificultad alguna. El roce de la lengua de Pedro con la suya era tan placentero que Ainara tuvo que recordarse que no podía gemir, por mucho que quisiese. Se chocaron con algo mientras buscaban a tientas la cama, y él se rió, haciendo que Ainara, contagiada por su alegría, tratase de silenciar sus risas con besos.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora