" ¿Qué nos ha pasado,
si no ha pasado nada? "
-Carolina Durante
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Robin Le Normand era una persona muy sentida.
Eso le solía decir su madre, cuando era un niño inquieto que vivía en Bretaña. Su manera de afrontar los contratiempos era mediante las lágrimas: lloraba cuando se hacía algún rasguño jugando, lloraba cuando su equipo de juveniles perdía un partido, lloraba cuando sus padres se hablaban en un tono de voz demasiado alto.
"Llorar no es malo" solía decirle su madre, que era la que le secaba las lágrimas y le lavaba las medias embarradad "Significa que te importan las cosas. Eso es bueno."
Y ahora, con veintisiete años, Robin recordaba aquellas palabras en especial, quizá para buscar consuelo en aquellos momentos que estaba pasando en Alemania, él sólo en la concentración, sin poder hablar con su madre, con sus hermanos, con Ainara.
Suspiró y dejó el IPad sobre en colchón. En su pantalla encendida se mostraba la página de una agencia de viajes, de una reserva pendiente de confirmar: una villa en Menorca, de piedra blanca, cocina amplia, piscina infinita que daba al mar. Romántica, preciosa. Salía por un pico, pero le daba igial porque sabia que a Ainara le encantaría: un sitio donde podrían estar ellos dos solos, durmiendo hasta tarde, donde ella podría estar leyendo bajo el sol entre baño y baño hasta que le saliesen pequitas.
Pero la ventanita en la que se leía ¿Confirmar reserva? Le habia agobiado. Osea, sí, habían hablado de irse de vacaciones al acabar la Eurocopa. Pero el comportamiento de Ainara durante aquellos últimos días le había hecho dudar de si el plan del viaje seguiría en pie.
No lo entendía. Quería entenderlo, pero no podía, y ella no le decía nada.
Todo había empezado el día de la cena en Ox & Klee, que él la notó rara. Distante. Pero Robin no presionó.
Al día siguiente la llamó por teléfono. Ella no sonó fría, sólo...distante. Pero Robin no presionó.
De entremedias, Whatsapps. Robin se dio cuenta de que aquellos días estaba escribiéndole más de lo normal. Cuando iba a entrenar, le escribía, cuando se iba a dormir, le escribía. Normalmente era algo más escueto, porque al final, tenían esa confianza suficiente para entender que era perfectamente normal hablarse poco cuando estaban liados con sus cosas. Pero aquellos días...era como si Robin necesitase aprovechar cada ocasión para mantener contacto con ella. Sólo para confirmar que ella no estaba enfadada con él. Que él no era el problema.
Tercera llamada dos días después. Robin se atrevió a hacer la pregunta.
-Oye, ¿estás bien? Te he notado un poco rara estos días. Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿no?- dijo, mientras le temblaba la mano que sostenía el teléfono. Últimamente temía hablarle, por si ella decía...bueno, mejor no pensar en ello.
-Sí, lo sé.- la voz de Ainara al otro lado de la línea sonaba cansada.- Estoy bien, cariño. Sólo...no me apetece hablar del tema.
"Cariño", buena señal. "No me apetece hablar del tema", no tan buena señal.
-¿Pero es por mí?
Silencio.
-No, por supuesto que no, Robin, de verdad. Soy yo, mis rayadas...yo que sé. Me tengo que ir.
Aquella llamada no dejó precisamente aliviado a Robin, sino más confundido todavía. Más dolido. Joder, quizá estaban empezando a aparecer los problemas de salir con una chica seis años menor que él: que Robin no era capaz de entender por lo que estaba pasando una cría de veintiún años que acababa de terminar la carrera.
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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢
Fiksi Penggemar" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 " Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
