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Después de aquello, Robin subió a su habitación, se tumbó en su cama donde no durmió y caviló. Caviló y caviló hasta que el cielo afuera de su ventana se despojó de su color azul nocturno para empezar a teñirse de suaves tonos de violeta. Las primeras luces del sol y las últimas estrellas se encontraron sobre Berlín en un cielo limpio, de distintas tonalidades de azul oscuro, que prometía una jornada de sol, atípica en Alemania.
Robin se volvió, encendió el móvil. Mensajes que no contestó. Ninguno de Ainara, quizá estaba haciendo lo típico de no escribir hasta que la otra persona no hubiera respondido a los mensajes previos. Mensajes de su madre y de su hermana en el chat de la familia. Mensajes de algún amigo de San Sebastián.
Se levantó y se dirigió al baño. Pasó por el lado de un espejo en el que no se miró, se quitó la ropa y se metió en la ducha. Giró la llave. Le gustó sentir el calor en su piel, hacerlo sentir algo más activo, algo más presente, pues en aquellas últimas diez horas sentía que no estaba realmente allí, como si su alma hubiera alzado el vuelo y en aquel hotel de Berlín tan sólo hubiese quedado la monda. Cogió el gel y lo apretó. Splursh. El líquido azulado cayó sobre su palma. Se frotó por el cuerpo. Mientras lo hacía, pensaba. En aquellos dos nombres que flotaban por su mente.
Pedri.
Ainara.
No podía visualizarlos juntos. No podía imaginarlos besándose, o haciendo...
Se inclinó y vomitó los restos de la cena de la noche anterior, que se mezclaron con el agua jabonosa y se deslizaron con ella hasta perderse por el desagüe. No era sólo la imagen, sino el peso de todo. La revelación, descubrir quién había sido y lo que esa persona, hasta el momento, había significado para él. Quizá, con el paso de los días, viese todo desde otra persoectiva.
Lo que tenía claro era que necesitaba hablar con alguien o se iba a volver loco. Y, a dos partidos de distancia de la final de la Euro, no podía permitirse enloquecer.
Terminó de arreglarse, se vistió con la ropa de tiempo libre de la selección (polo azul oscuro con vetas rojas y escudo a un lado del pecho, pantalones a juego, deportivas blancas) y bajó al comedor. Sus compañeros ya estaban desayunando. Sobre el entrechoquido de los cubiertos en la vajilla y el tintineo de los vasos y tazan iban y venían bromas, piques, conversaciones más serias, cada una en su propio rango de decibelios. Lo mismo podían estar hablando dos compañeros entre sí que se unían a alguna broma colectiva.
Robin observó el buffet preparado exclusivamete para ellos con duda. Acababa de devolver, la verdad era que no tenía mucho cuerpo para la comida, pero al mismo tiempo tenían entrenamiento en una hora, por lo que no podía permitirse ir con el estómago vacío o le daría un bajón de azúcar, de modo que cogió un plato y, como si le diera vergüenza, se sirvió una mazana, una rebanada de pan integral y llenó su taza con agua hirviendo y un sobrecito de manzanilla, nada de café. Tomó asiento en uno de los extremos de la mesa alargada, junto a la ventana. Masticó el plátano con calma, bebió la manzanilla a sorbitos, nada que pudiera molestar al estómago.
-Epa.- Martín, bandeja en mano, se sentó junto a él sin preguntar, no le hacía falta.- ¿Qué, Robin?¿Mucha fiesta anoche?
-Supongo.
-Menos mal que estás sancionado y no juegas contra Francia, así puedes ir más chill en los entrenos.
-Ya, bueno.
Él, ajeno al batiburrillo que tenía Robin en su cabeza, comenzó a beber de su taza. Necesitaba hablar con él, pero quizá en un sitio más privado, donde no estuvieran los oídos indiscretos de demás compañeros, como por ejemplo, el de...
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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢
Fanfiction" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 " Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
