" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 "
Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
⠂⠁⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂
-A ti te pasa algo.
Ainara, mientras bebía su mosto, observó por encima del borde del vaso a su amiga Haizea, sentada al otro lado de la pequeña mesa. Bebió sin prisa, y dio una calada a su cigarrillo antes de hacerle caso.
-¿Por qué lo dices?
-Desde tu cumple estás rara. Como triste.
Ella sonrió. Dio un toquecito al cigarrillo con su pulgar, y una ristra de ceniza descendió lentamente hacia el suelo húmedo de la calle. Aunque la lluvia hubiese amainado por la mañana, y ahora las nubes se hubiesen fragmentado para dejar entrever el cielo azul; las calles seguían encharcadas. Las dos amigas habían tenido que sacudir las sillas de la mesa para poder sentarse sin empaparse los pantalones. En aquella época del año, lo más inteligente era tomar algo dentro, pero para un fumador todos los días de cualquier época del año son día de terraza. De modo que las dos amigas se encontraban allí, enfundadas en sus abrigos y sus bufandas, fumando para tratar de disimular el tembleque por el frío.
-No, tía. Nada que ver.
-Aini...- su amiga tenía por costumbre llamarla así. Parecía ser incapaz de referirse a nadie por su nombre de pila; siempre buscaba acortar los nombres en algún mote; por ridículo que fuera.
-Vale, vale.- acabó cediendo. A Haizea era muy complicado mentirle. Y en años de amistad, seguía sin haber encontrado la técnica para hacerlo.- A ver...me pasa algo con un chico, y no sé. Creo que simplemente le he estado dando muchas vueltas y por eso estoy algo rara.
-¿Un chico?¿Y tú sin decirme nada? ¡Serás cabrona!
Ainara se rió.
-No, a ver...es que no tenía muy claro que fuese a llegar a nada, por eso no te lo conté.
-¿Y ahora ha llegado a algo?
Ella negó con la cabeza, exhalando una bocanada de humo, que se perdió entre el frío aire. El cielo se había despejado bastante, y un sol vespertino bañaba la calle de una luz dorada que no tardaría en esfumarse. Maldito horario de invierno; a las seis ya era noche cerrada.
-Punto muerto, tía.
-A ver, cuéntame todo.
Ella se encogió de hombros.
-Nada, conocí a un chico. Y al principio dije: nada, con este nada, porque vive lejos y le veía cada mil años. Pero luego nos vimos en verano, y vino a verme en mi cumple...y no sé, creo que estoy un poco pillada.
Se ruborizó, sintiendo muchísima vergüenza de admitir aquello en voz alta.
-¿Ni siquiera me vas a decir cómo se llama?
Ainara se llevó el cigarrillo a los labios.
-Aitor.- mintió.
Pudo percibir por la ligera, minúscula, apenas perceptible muesca entre las cejas de Haizea que su amiga había detectado que aquello era una mentira, pero no dijo nada al respecto.