• Golondrina •

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La despertó la luz dorada de una mañana de cielo azul, sin rastro de nubes y centrado por un radiante sol.

Tan pronto como recuperó la conciencia, sintió un calor abrasador e incómodo sobre su piel, recubierta por una fina capa de sudor. Agobiada, pateó la sábana que la cubría y abrió los ojos. Estaba en la villa de Santa Cruz de Tenerife, casi lo había olvidado; una parte de ella esperaba despertar en el claustrofóbico Airbnb de La Laguna.

Incorporándose, se volvió para ver a Pedro durmiendo plácidamente junto a ella, y a pesar del rubor de sus mejillas y el sudor que brillaba sobre su tonificada espalda, no parecía que el calor estuviese perturbando su sueño. Estaba boca abajo en el colchón, con la mitad de su rostro hundido en la almohada, los labios inflamados, y el pelo negro perfectamente desordenado. Estaba adorable, y tan guapo como siempre. Sin poder resistirse, Ainara pasó sus dedos por el pelo del canario, disfrutando de su suavidad, embelesada por la paz que transmitía Pedro cuando dormía.

Involuntariamente, sus caricias lo hicieron despertar. Sus ojos pardos se abrieron con lentitud, parpadeando unas cuantas veces para acostumbrarse a la luz.

-Buenos días.- saludó ella, enternecida.

-Buenos días.- correspondió él, con la voz ronca y los ojos pesados.- Qué calor, joder.

Se incorporó, apoyando la espalda contra el cabezal de la cama. Sólo llevaba la ropa interior puesta, de buena mañana sus músculos parecían estar más marcados y prominentes. Volvía a haber ese aura de incomodidad entre los dos, ninguno sabía del todo bien qué decir. Hacía escasas horas Pedro había estado dentro de ella, estimulándola hasta el orgasmo, todavía tenía el cuerpo entumecido por ello, y ahora pareciera que les daba pudor hasta mirarse.

-¿Estás bien?- inquirió él.

-Muy bien. ¿Tú?

-Sudando como un perro, pero bien.- se pasó una mano por la fina capa de barba que recubría su mandíbula; la misma que había hecho que en la cara interna de los muslos de Ainara hubieran ahora marcas rojizas por el roce.- Oye, ¿es esto un poco raro?

-Hm, depende, ¿sueles dormir con las chicas a las que te follas?

Pudo ver cómo el tinte en las mejillas de Pedro se intensificaba por lo directa que había sido.

-Eh...no...la verdad es que no. Esto es un poco nuevo.

-Ah. Vale. Y...¿qué quieres hacer?

-Hombre, para empezar, darme una ducha. Después, podríamos desayunar, ir a bañarnos, y echar otro por la tarde, o cuando nos apetezca, vaya.

-Me gusta el plan.

-Perfecto. Vamos.

Tras una buena ducha fría, desayunaron sentados en la isla de la cocina. Pedro había hecho compra antes de la llegada de Ainara, por lo que tenían comida suficiente para subsistir durante la semana, aunque el café que había comprado no tenía demasiado buen sabor, y Ainara se lo tuvo que tomar con más azúcar de lo normal.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora