• De hombre a hombre •

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Pedro no cree haber visto la sala de descanso tan tranquila desde que empezó la Euro. Daba igual el hotel alemán en el que estuviesen, que la sala de recreativos que le proporcionaba el hotel siempre estaba lleno de personas y de ruido. Treinta convocados, hombres, y en su gran mayoría chavales jóvenes y ruidosos, raros eran los momentos de silencio.

Pero esa tarde de Julio, Pedro está completamente solo. La final es en tres días, sus compañeros están demasiado centrados en entrenar y descansar lo necesario para esa fecha tan importante, por lo que nadie tiene tiempo para echarse un Fifa o jugar una partida de cartas, pero para Pedro la Euro ya ha terminado, y su pierna le impide hacer nada que no sea guardar reposo.

Está tumbado en el sofá de la sala. Su pierna mala está sobre un cojín, y la buena está flexionada con el pie apoyado en el suelo. Está distraído mirando el teléfono. Sobre la mesita de cristal junto a él hay un libro que se ha bajado pero que aún ni ha abierto. También hay un botellín de agua con gas, porque los alemanes, había descubierto en aquel mes, tenían una obsesión con el agua con gas, parecía haber más de esa que de la normal.

Las ventanas de la sala filtran la luz de la tarde, que es progresivamente más naranja conforme se acerca la noche. En cosa de una hora tendrá que ir a cenar. No ha hecho gran cosa en todo el día, pero se lo ha pasado con una sensación de modorra en el cuerpo, con una constante sensación de estar a punto de quedarse dormido.

Alguien toca a la puerta de la sala y la abre antes de que Pedro pueda decir "pasa".

-Aupa, Pedri.- Zubi entra con cara de circunstancias, como si le diera vergüenza molestar, como siempre.

Pedri traga saliva cuando ve que tras él entran Oyarzabal, Remi, Merino y Robin, con toda la pinta de mercenarios. Los tres primeros tienen pinta de no saber dónde meterse. Y, por cómo se le marcan los pómulos al francés, intuye que está apretando la mandíbula, pero sus ojos no son de cabreo, de hecho, están sonrosados como si hubiera llorado.

-¿Te importa si hablamos un momento?- dice Robin, sentándose en la butaca que hay junto al sofá donde está Pedro. Apoya los codos sobre sus rodillas y entrelaza sus dedos.

Pedro se incorpora rápidamente. No hace falta que nadie diga nada para que sepa de qué quiere hablar. El mensaje de Ainara durante el partido de Francia: Robin se había enterado de todo. Coño, y ahora estaba rodeado por los de La Real en una sala sin testigos ni escapatoria posible, y encima estaba cojo, por lo que, incluso si tratase de salir corriendo, los otros le placarían fácil.

-Sí, claro.- dice él. Coge la botella de agua con gas, más que nada para hacer algo con las manos.

Robin asiente. Frunce los labios. No le mira, tiene la mirada algo ida.

-Eh...bueno, Ainara y yo lo hemos dejado, no sé si lo sabías.

El corazón se le para a Pedro un instante.

-No, qué va. Lo siento mucho.

Tras él, Martín, que se ha sentado en la mesa redonda de cinco sillas que hay junto a la ventana, carraspea. Se le nota en la cara que quiere hablar, que quiere intervenir, que quiere decirle unas cuantas cosas a Pedro, pero, en ese momento, la conversación es y debe ser entre Robin y Pedro y él lo respeta.

-Supongo que sabes de qué quiero hablar, ¿no?

Pedro sabe que hacerse el loco no va a servir de absolutamente nada, por lo que se limita a asentir. Robin se pasa la mano por los labios y resopla, como buscando las palabras.

-Vale. Bueno, pues...mira, te voy a ser sincero. Hemos visto a Ainara muy muy mal cuando lo dejasteis, y no sabíamos con quien había estado ni nada, y ahora que lo sabemos, pues bueno... Todos aquí te conocemos, y sabemos que no eres mal chico, pero lo que hiciste fue...

-Una cagada.- completa Pedri.- Y actué como un cabrón. Lo sé. Y cuando pueda hablar con Ainara bien lo primero que voy a hacer va a ser disculparme con ella. Fui un puto niñato porque...joder, empezó a gustarme de verdad, y me pudo el miedo. No es una justificación, pero es que no supe sobrellevarlo y pues...eso. Pero te juro que en ningún momento fue porque me avergonzase de ella; si acaso fue porque me faltaron los cojones necesarios para actuar como un hombre.

Robin asiente. Se pasa la mano por el pelo castaño y se lo revuelve. En ese mes juntos, Pedro se ha dado cuenta de que es una especie de tic que tiene cuando está nervioso.

-Eh...bueno. Sé que no es asunto de nadie, pero básicamente Ainara y yo lo hemos dejado porque ella tiene cosas que no ha terminado de sanar. Cosas de...- hace un gesto vago hacia él.- vosotros, vaya. No sé lo que haréis, pero sólo te pido que la cuides, porque ella es una chica, de verdad, tan increíble, tan buena, que no quiero que le vuelva a pasar nada. Más aún ahora que yo no voy a estar en San Sebastián.

-¿Y eso?- se atreve a preguntar Pedro.

-Nada...bueno, me ha fichado otro equipo. Da igual eso ahora.

-Bueno. Felicidades. Y, sinceramente, dudo que Ainara vuelva a querer nada conmigo más que insultarme.

Ahora es Remiro el que carraspea.

-No sé, pero desde luego que, como mínimo, tendréis que hablar.

Pedro vuelve a asentir.

-Por cierto, perdón por como te traté en el partido en Anoeta. Verte con ella me mató y me desquité contigo cuando no debería. Lo siento.

Él hace una mueca que se asemeja a una sonrisa.

-Está todo bien. Quizá yo hubiera hecho lo mismo si me hubiera pasado.

Robin abre los brazos y Pedro se inclina. Se abrazan de forma un poco torpe y escueta, pero sincera también. Allí, en la sala de descanso, frente a la televisión apagada, con ese abrazo, se reconcilian.

-Perdón por todo.- insiste Pedro, contra el hombro de Robin.

Él se separa y niega con la cabeza.

-Eres un buen tío, Pedri.- dice Robin, casi como verbalizando un pensamiento.

Le da una última palmadita en el hombro y se incorpora. Observa la luz que se cuela por la ventana.

-Bueno, vamos a cenar, ¿no?

Uno a uno, los de La Real se levantan y abandonan la sala. El último es Mikel Merino, quien, antes de irse, se acerca a Pedri. Le mira con esos ojos oscuros que nunca han sido fáciles de interpretar.

-Mira, yo esto te lo digo desde el cariño absoluto.- dice en voz baja, con un tono en el que subyace un tinte de agresividad.- Pero Ainara es la niña más buena que he conocido en mi vida, en La Real es como la hermana pequeña de todos. Si me entero de que le vuelves a hacer daño, voy hasta Barcelona y te corto las pelotas, ¿estamos?

Pedro asiente, tragando saliva. Mikel le da una palmadita en el hombro.

-A ver si es verdad, chaval. Venga, agur.

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• NOTA DE LA AUTORA •

Lo mío tiene delito. Me he tirado medio año actualizando una vez al mes y ahora en una semana subo cuatro capítulos seguidos. Tengo que acostumbrarme de una buena vez a ser consistente.

Señoras, señoras, nos acercamos a la recta final de la historia. Calculo que quedan unos cinco capitulillos para acabar (sí, yo también estoy triste).

Espero que os haya gustado esta reconciliación. Quizá esperaseis mas drama, más gritos, o algo, pero es que para mí lo que mas encaja con ellos es...pues algo así. Normal.

Un besitooooo🩷🩷

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⏰ Última actualización: Dec 15 ⏰

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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora