" 𝑺𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒐𝒏𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒆𝒏𝒂𝒎𝒐𝒓𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒍𝒐 𝒆𝒍𝒊𝒈𝒆𝒔 "
Pedro tiene una filosofía de vida muy clara: centrarse en su trabajo y disfrutar de su juventud sin ataduras. Sin embargo, cuando una noche de fiesta conoce a Ai...
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Los días siguientes fueron como la calma después del estallido de una bomba; sí, el peligro ya había pasado, pero lo que quedaba era un páramo vástago y destruido, nada era lo que una vez fue.
Ainara se sentía incluso peor que cuando tuvo su primera ruptura, quizá porque cuando lo dejó con su primer novio la relación ya estaba más que desgastada, y había comenzado parte del duelo antes de dejarlo, pero lo de Pedro, aunque no fuesen pareja, había sido como arrancarlo de cuajo sin darle tiempo a prepararse para la extracción. Estaba pasando el luto de algo que ni había existido, la muerte de una relación que ni siquiera había tenido. Estaba llorándole a la nada, al chico que había idealizado en su cabeza, pero que no dejaba de pertenecer a un mundo en el que no había sitio para ella.
Con la excusa de que estasba teniendo una regla particularmente dolorosa, Ainara pasó el jueves y el viernes entero metida en la cama; levantándose únicamente para ir al baño y para comer aunque no le entrase nada, ya que su madre le obligaba. Sus amigas le habían pasado los audios de las clases que se había perdido, pero durante aquellos días ella pensaba en todo menos en la universidad. Había archivado el chat de Pedro en WhatsApp, aunque sabía, por el icono con el número 1 en la pestaña, que le había escrito. No se atrevía a mirar los mensajes, aunque en su cabeza no paraba de confabular qué cosas le habría escrito; quizá eran mensajes disculpándose con ella, admitiendo que había sido un gilipollas, diciéndole que estaba dispuesto a darle lo que ella quería. Naturalmente, era altamente improbable que los mensajes fuesen así; lo más posible sería que fuesen mensajes igual de torpes y faltos de orden que su conversación en el Peine del Viento; él sin saber qué decir, él pidiéndole hablar las cosas, él diciendo que la situación era complicada, él pidiendo que le entendiese. Tampoco quería comprobarlo; abrir esa caja de Pandora.
Ainara no sabía qué hacer. Su parte más orgullosa le impedía hablar con él, contestar a sus mensajes. Su corazón no quería alejarse de él. Su cerebro le decía que continuar con aquella "relación" sólo iba a producirle más daño a la larga. En su cuerpo se estaba produciendo una auténtica guerra civil, y quienes más estaban sufriendo las consecuencias eran sus receptores de hambre y sueño.
Para celebrar el puente de diciembre, el sábado se celebró una comida familiar en su casa, de la que logró escaquearse alegando que todavía se sentía mal.
-¿No vas a saludar, aunque sea?- preguntó su madre, apoyada en el marco de la puerta. En el piso de abajo se escuchaban voces, risas y el entrechoquido de platos y cubiertos.
-¿Con estas pintas?- murmuró ella. Iba en pijama, y el pelo (que no se había lavado en tres días) recogido en una coleta. Ni una gota de maquillaje que disimulase lo hinchados que tenía los ojos tras las dos noches que había llorado hasta quedarse dormida.
-¿Seguro que esto es por la regla, maitia?
-Sí, sí. Es sólo que me ha pegado un poco fuerte esta vez.
-Vale, vale. Tómate el Ibuprofeno.- indicó, señalando con la cabeza la bandeja que minutos atrás había dejado en su mesita de noche, en la que reposaban un vaso de agua, una caja de Ibuprofeno y una mandarina. Todo intacto.
A los pocos minutos de irse, volvió a escuchar pasos que subían las escaleras y la voz de su madre al otro lado de la puerta cerrada.
-Está como rara, no sé qué le pasa. Ella dice que es por la regla, pero no sé yo. Me da que tiene algo más. Quizá tú puedas hablar con ella.
Escuchó unos toquecitos en la puerta, aunque la abrieron igualmente.
-¿Se puede?
Ainara se volvió en la cama para ver a Martín, con el pomo de la puerta entreabierta en mano. Sonrió al verlo.
-Pasa.
Su primo cerró la puerta tras de sí y tomó asiento al borde de la cama. Ainara se incorporó para abrazarlo.
-¿Cómo estás, potxola?
-He estado mejor.- se encogió de hombros; apoyándose en el cabezal.
-Me ha dicho tu ama que estás mala.
-Sí, bueno. No ha sido mi semana.
Martín la miró con cara de circunstancias.
-Entre tú y yo, ellano se cree que estés así por la regla. ¿Todo bien?
-Sí...
-Oye, sabes que a mí me puedes contar lo que sea, ¿no? No le voy a decir nada a tus padres. ¿Estás metida en algún lío?
-No.
-¿Es por algún chico?
En el clavo.
-Eh...no, Martín, de verdad, es sólo la regla.
Podía ver en los ojos de su primo que no había terminado de creérselo. Aún así, no presionó.
-Vale, vale.- miró a su alrededor, incómodo.- Mira, no sé qué tienes, y entiendo que no me lo quieras contar, pero que sepas que eres una chica fuerte, y sé que la reglano va a poder contigo, así que no dejes que te arrastre, ¿vale?
Ainara sintió ganas de llorar por enésima vez. Una vez más, él había adivinado qué era lo que le pasaba a su prima. Pero, naturalmente, no se lo iba a decir directamente.
-Lo sé.
-Y que, si en algún momento quieres hablar con alguien, sabes que puedes contarme lo que sea.
-Sí. Gracias, Martintxo.
Su primo le dio un beso en la cabeza antes de incorporarse.
-Bueno, yo voy abajo. Descansa, txiki.
Ainara se quedó un rato más en la cama. Suspiró. Se volvió hacia la mesita a la izquierda de su cama y abrió el primer cajón. Allí, entre el resto de parafernalia que guardaba, estaba el colgante con la golondrina. Lo miró, y sintió que el colgante le devolvía la mirada. Lo tomó entre sus manos, acariciando el dije en forma de pájaro. Ahí lo vio claro. Podía estar triste, y sabía que iba a estarlo mucho tiempo, pero no podía dejarse comer por la tristeza. Cerró el cajón. Decidió hacer un esfuerzo. Se bebió el agua del vaso y se obligó a comer la mandarina.
Se puso una sudadera por encima del pijama, se calzó y bajó al comedor, donde su familia estaba congregado.
-¡Mira quién se ha levantado de la cama!- dijo su madre, alegre.-, Venga, cariño, siéntate. ¿Un café?
Su primo, sentado en el lado opuesto de la mesa, sonrió y le guiñó el ojo.
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• GLOSARIO + NOTA DE LA AUTORA •
• Maitia : Cariño
• Ama : Mamá
• Txiki : Pequeña, peque.
• Potxola: es un apelativo cariñoso, su traducción literal sería "gorda" o "gordita"
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¡Hola! Me duele escribir capítulos así de cortitos, pero este era sólo un capítulo de transición. En un par de capítulos acabaremos la primera parte, se vienen cositas🫣🫣🫣.
Y aprovecho para dar las gracias a todos los que dejáis estrellita; cuando recién empecé la novela costó mucho arrancar y que tuviera lectores, y ahora cada vez que actualizo hay mucha gente que lee y vota y eso me hace muy feliz, así que gracias a todos😊😊.