• Primavera •

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Mayo de 2023

Tras un invierno típico del norte, con mucho frío, muchas lluvias, y el sol permanentemente oculto tras un grueso manto de nubes, la primavera poco a poco fue abriéndose paso en la provincia: los días de lluvia comenzaron a reducirse, las flores comenzaron a asomarse en las colinas que rodeaban la ciudad, y el clima comenzó a tibiar.

San Sebastián en el mes de mayo no tenía desperdicio. En los días de sol, era de postal: los donostiarras aprovechaban para pasear por la parte vieja o por el paseo de la Concha, con los abrigos en mano (todavía no era inteligente salir sin nada a la calle, ya que por la noche seguía apretando el frío), en los bares, después de meses volvían a llenarse las terrazas, e incluso algunos valientes se atrevían a darse algún chapuzón en el mar. Los parques de la ciudad estaban salpicados de flores, y de las yemas de los árboles volvían a brotar hojas.

Por desgracia, los universitarios no podían disfrutar demasiado de lo bonita que estaba la ciudad, porque en mayo se daba la convocatoria ordinaria del segundo cuatrimestre, y con ella, los tediosos exámenes. Ainara llevaba tres semanas en las que tan sólo podía contemplar la primavera desde la ventana de su cuarto, que se encontraba, para más inri, justo encima de su escritorio. Era prácticamente imposible concentrarse en los apuntes cuando fuera brillaba el sol y el cielo era de un azul que no se había dejado ver en meses. Su casa estaba en la zona del Antiguo, y desde su ventana, tras las copas de los árboles, podía ver el mar y los viandantes que disfrutaban de la playa, lo cual era una tortura.

Con la mejilla apoyada en los nudillos, aburrida, subrayaba e intentaba entender los contenidos de sus apuntes de Psicología Dinámica, iluminados por los rayos dorados de sol que se colaban por la ventana. La tarde estaba bien adentrada, no tardaría en anochecer. Llevaba tres días sin quitarse el pijama, con el pelo recogido con una pinza y unas ojeras que daban miedo. Pese a que ya no tuviese más clases, no le quedaba otra que seguir poniéndose la alarma temprano para poder aprovechar el día. Deseaba con todas sus fuerzas aprobar los exámenes a la primera para no tener que estar el mes de Junio también encerrada en su habitación muerta del asco. Lo único que le apetecía era ponerse el bikini y zambullirse en el mar.

Reclinándose en la silla, suspiró, cerrando el cuadernillo de apuntes de Psicología Dinámica y poniendo el tapón a todos los subrayadores, los cuales siempre dejaba abiertos sin darse cuenta. Se conocía lo suficiente para saber que no iba a rendir más en lo que quedaba de tarde.

Sus padres no estaban en casa. Cogió el teléfono y se dirigió a la cocina. Sacó una taza y se preparó un Cola-Cao, su "premio" de cuando acababa de estudiar siempre era el mismo: un Cola-Cao frío que se tomaba en el balcón, y si sus padres no estaban, con un cigarrillo en mano.

Eso fue exactamente lo que hizo. En pijama y sin calzarse, salió al balcón, a contemplar la playa. Apoyó la taza en la barandilla mientras se encendía un cigarrillo. El cielo comenzaba a teñirse de rosado a medida que el sol se escondía. En el parque de debajo de su edificio, veía a los vecinos pasear a sus perros y a niños jugar en la torreta y tirarse del tobogán. Expulsó el humo de la primera calada antes de darle un sorbo a la taza.

Desde el bolsillo del pantalón de su pijama sonó su teléfono. Lo sacó y lo desbloqueó. Era una notificación de Instagram. Un usuario verificado con el que llevaba tiempo sin hablar le había escrito.

holaa
jugamos contra la real el dia 20

Dio otro sorbo a la taza. Tardó unos segundos en entender por qué le había escrito para contarle aquel dato tan trivial: el trato que habían hecho, allá por enero. La próxima vez que él F.C Barcelona y La Real Sociedad se enfrentasen en un partido, Pedro le daría su mechero. No era algo que hubiese olvidado, pero con el paso de los meses, el no haber vuelto a mensajearse con Pedro, tener la cabeza metida en sus propias obligaciones, en las clases y ahora, los exámenes, había ido haciéndose a la idea de que aquello que habían hablado en enero se habría quedado en un chascarrillo que no iba a hacerse real. Bastante sorprendente era que Pedro, que Ainara no dudaba que estaría infinitamente más ocupado que ella, se acordase.

Pese a que Ainara no siguiese las noticias del mundo deportivo, sabía que Pedro había estado dos meses sin jugar ningún partido por una lesión, y que se había reincorporado a finales del mes anterior, por lo que en el partido contra la Real estaría prácticamente recién estrenado todavía. Ainara no podía imaginarse la impotencia que debía sentir un jugador al estar tanto tiempo incapacitado, sobre todo alguien como él, quien llevaba arrastrando una temporada de lesiones que no parecían curarse del todo, y que generaban constantes recaídas que le robaban días de partidos y entrenamientos. Recordaba alguna ocasión en la que Martin se había perdido partidos por alguna lesión leve, en ocasiones muy puntuales, y su primo había estado insoportable, refunfuñón y de morros por no poder jugar. No quería imaginarse cómo lo habría pasado Pedro.

Sin soltar el cigarrillo, que seguía sostenido entre su dedo índice y su dedo corazón, le escribió una respuesta.

Donde?

"En Barcelona" Respondió él. Menuda mierda. Revisó el calendario en su teléfono. Por mucho que el día 20 cayese en sábado, Ainara no estaba para perder todo un fin de semana entre la ida y la vuelta de Barcelona. Pensativa, dio una calada al cigarro. Su último examen sería el jueves de la semana siguiente, y, a excepción del lunes, la semana previa no tendría más exámenes, por lo que iba a poder darle caña y adelantar todo lo posible en sus estudios, así podría permitirse el lujo de ir el fin de semana a Barcelona, siempre y cuando sus padres le diesen el visto bueno.

La situación le pareció ridícula. Todo aquel tute por un mechero. Realmente, ella sabía, y suponía que Pedro también; que el mechero había sido una excusa estúpida que habían puesto para volver a verse. Quizá fuese por su eterno pesimismo, pero Ainara dudaba que aquello pudiese derivar en nada. Desde enero apenas habían hablado, como mucho, responder alguna historia de Instagram con cualquier tontería, y poco más. Ella no iba a negar lo evidente, aquel chico le atraía, y ya fuese por su renombre o por el morbo que le daba que alguien famoso mostrase interés en ella, le llamaba la atención. Pero no iba a dejarse llevar ni perder el norte. No era una chica enamoradiza, ni solía gustarle nadie de verdad. Realmente, se tomaba aquello como una broma. Le divertía seguirle el juego.

Allí me tendrás

Intuyendo que la conversación no iba a progresar más, abrió WhatsApp y se metió en el chat que tenía con su primo Martín.

Martintxo
Que te pareceria si fuese el 20 a Barcelona a veros jugar?

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𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora