• El tupper de los cojones •

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(Holiiii. No he puesto este capítulo como Bonus porque realmente el final es medio relevante para el próximo capítulo; pero si queréis podéis saltaroslo 🩷🩷)

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Ainara dio un par de pasos por el salón, asegurándose de que todo estuviese en su debido orden: había aspirado el suelo, pasado el plumero, ahuecado los cojines, puesto el recambio del ambientador. Anda que...su madre estaría contenta si viese su trabajo; ella siempre le reprendía que tendría que ser más ordenada y limpiar más; y aquel día, ella había limpiado toda la casa de arriba abajo sin ningún tipo de miramiento.

¿La ocasión? Que sus padres se habían ido a Biarritz a pasar el fin de semana, por lo que se había quedado con la casa para ella sola durante dos noches, y había decidido que era una ocasión perfecta para invitar a Robin. Desde que empezaron a verse, siempre iban a casa de él, y Ainara pensó que aquella era una buena oportunidad para que pasasen la noche en la suya.

No era la primera vez que Robin iba a su casa; para alguna comida familiar en la que hubiesen invitado a los compañeros de Martín, él había acudido, pero no era lo mismo ir a casa para una comida, en presencia de más familiares y compañeros, que ir a estar a solas con tu chica.

Y Ainara llevaba todo el día con nervios burbujeando en su estómago. Y no lo entendia; llevaban ya un par de meses viéndose, se habían acostado muchas veces, ella había estado en su casa, sin maquillar, y en pijama, con la mayor soltura del mundo. Se sentía muy cómoda con él; y aún así, aquel día se sentía como si fuesen a verse por primera vez.

Hasta se había arreglado, pese a que no hubiese salido de su casa en todo el día y se lo hubiese pasado en pijama; dos horas antes de que él llegase se había duchado a conciencia, se había lavado el pelo, se había exfoliado, se había echado crema, perfume. Se había maquillado (lo justo, tampoco quería que se notase lo mucho que lo estaba intentando), hasta se había pasado la plancha por el pelo.

Si es que...eres una ridícula. Pensó para sí misma.

Se vistió; unos vaqueros y un jersey bonito. Hasta se puso zapatos. ¡Ya ves tú! Para estar por casa, cuando el plan era cenar y ver alguna película en el salón.

Habían quedado a las nueve. A en punto exactamente, escuchó el timbre. Robin siempre era puntual, y cuando no lo era, era porque llegaba unos minutos antes de tiempo. Pon un francés en tu vida.

Ella respiró hondo, se pasó una mano por el jersey y abrió la puerta. Al otro lado, él la miró sonriente. Se había vestido de una manera bastante casual; vaqueros y un suéter de cuello vuelto. Estaba igualmente guapísimo,  con esa sonrisa que hacía que Ainara se derritiese por dentro y sus pensamientos se desviasen del cauce de la lógica.

-Hola.- dijo ella.- Pasa.

Se hizo a un lado y él se adentró en la vivienda.

-Has aparcado el coche en la otra calle, ¿no?- preguntó ella, él asintió. Habían convenido aquello, no fuera a ser que, por lo que sea, alguien pasase por allí y reconociese el coche de Robin.

Robin estaba de pie, callado, sin decir nada. La miraba, como expectante.

-¿Pasa algo?- dijo ella, acercándose a él.

Robin sonrió y negó con la cabeza, antes de tomar su rostro entre sus manos e inclinarse a besarla. Los besos entre ellos ya surgían con total naturalidad, pero Ainara seguía sintiendo cosquillitas, sobre todo cuando él la besaba de una forma tan inesperada.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐢𝐝𝐚𝐝 | 𝐏𝐞𝐝𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora