Capítulo 29

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Cuando llegamos a la casa del aristócrata, todo a mi alrededor se veía bastante lujoso y de mucha clase.

—Por aquí por favor.

Entramos a una habitación y dimos la mejor de nuestras sonrisas para invitar a los clientes a que confiaran en nuestros servicios y a que la mayoría cayera ante nuestros encantos.

Aparentemente son oficiales de alto rango de la corte imperial que fueron recomendados por Lihaku, son más jóvenes de lo que pensé.

Por el rabillo del ojo vi que Pairin comenzaba a lamerse los labios ante tal maravilloso festín para ella.

No cambias, querida Pairin.

Mientras mis hermanas empezaban a hablar con los oficiales, yo me dediqué a embriagarlos un poco mientras me contaban de las maravillosas hazañas que hacían en su trabajo.

Cuando las cuatro trabajábamos para el mismo cliente, cambiábamos de rol cada cierto tiempo para que los clientes pudieran disfrutar de nuestros servicios personalmente y no hubiera quejas.

Así que mis hermanas empezaron a demostrar sus habilidades mientras yo servía el sake y trataba con los clientes.

Sonriéndole a cada oficial con el que cruzaba y pasando suavemente mis manos por sus espaldas para entorpecer poco a poco sus sentidos y que pudieran perderse con deseo en todos sus pensamientos impuros que tenían de nosotras.

—¿Gusta más sake? —le pregunté con amabilidad a un oficial.

Aquel hombre se me quedó mirando completamente anonadado de mi presencia.

—Ah... si... si... ¿tú eres... la princesa Mei-yin? —balbuceó.

Le sonreí mientras le servía el alcohol.

—Usted puede llamarme Mei —le dije al oído antes de irme.

Y por detrás de mí escuché como se reía nervioso.

Muy bien... todos se ven complacidos.

No fue que mientras me paseaba por la habitación, vi a mi derecha a un oficial hundido en la mesa sin ninguna señal de estarse divirtiendo.

Siguiente cliente, ya veré porque no se está entreteniendo.

Me senté en silencio a su lado y saqué la botella de sake.

—Mi señor oficial...

—Déjame... quiero estar solo.

¿Eh? Esa voz me suena familiar.

Dejé la botella y cuando le quité el cabello de la cara el corazón me dio un vuelco al ver de quien se trataba.

—¿Maestro Jinshi?

—Tú... ¿qué estás...? Te ves hermosa con ese maquillaje.

Intenté que esas palabras no me alteraran de forma visible en mi trabajo.

—Gracias —dije en voz baja.

Mientras estaba recuperando la compostura me alejé un poco, pero el maestro Jinshi me tomó de la muñeca con suavidad, pero aun así se notaba su fuerza al no querer que me fuera de su lado.

—Si me va a tocar, al menos hágalo bajo la mesa —le advertí—. No puede tocar a las cortesanas.

En sus ojos vi un ápice de esperanza que me conmovió por completo, y de inmediato bajó su mano sin soltar mi muñeca.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó.

—Estoy trabajando —respondí—. Y usted resulta ser un cliente muy demandante.

Noches efímeras | JinshiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora