Capítulo 42

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—¿Anteriormente podían abrir los cajones con cerradura? —les pregunté.

—Antes se podía, pero después de que nuestro padre jugara con ellos, ya no fuimos capaces de abrirlos —respondió el segundo hijo.

—¿Solo hay una llave?

—Solo esta —dijo enseñando la única llave que había—. Padre dijo que si intentábamos abrir a la fuerza la cerradura el contenido se rompería.

Veamos, la herencia consta de un taller, un mueble y una pecera, asumiendo que hubiera algún motivo para fijar el mueble al suelo, entonces tenemos una llave que no puede abrir el cajón.

—Disculpe, ¿antes la pecera se colocaba sobre ese escritorio?

—Así es, antes teníamos un pez dorado, siempre que comenzaba a refrescar, nuestro padre colocaba aquí la pecera para que el pez no muriera —explicó el hermano menor—. De hecho, ahora que recuerdo, era alrededor de esta hora que nos reunimos aquí para beber el té juntos, él colocaría la pecera en este lugar frente a la cálida luz del sol, ya no tenemos ningún pez dorado, así que la pecera se convirtió en un adorno.

Creo que... podría funcionar.

Salí de inmediato del taller.

—Oye, ¿a dónde...?

—Iré por agua.

Regresé con una jarra de agua y comencé a vaciarla.

—¿Solían llenarlo a esta altura?

—Sí, así es, y luego lo acomodaba para que el patrón se viese así.

Se acomodó la pecera y se empezó a reflejar la luz solar en el agua.

Lo sabía.

—¡Oigan! ¡Qué es esto!

Me di la vuelta y me alarmé al ver al segundo hijo acercarse a la luz.

—¡No lo toque y aléjese de ahí! —grité—. Lo siento, si esa luz le da en los ojos podría quedar ciego, además sería un obstáculo para que el cajón se abra.

La luz pasó justo en medio de la cerradura y siguió su curso natural.

—Parece que el árbol ya bloqueó la luz del sol —observé—. Intente tocar el ojo de la cerradura.

Lo hizo y calló un grito.

—¡Está caliente!

Me acerqué al mueble para ver qué estaba pasando.

—Oye, ¿qué significa esto? —insistió el hermano.

—Cuando enfocas la luz en un área pequeña, genera calor.

Y este aroma...

—¿Su padre solía sufrir de anemia además de dolores estomacales y náuseas? —quise saber—. ¿Quizás incluso se sentía deprimido en varias ocasiones?

—Sí, estás en lo correcto —recordó el hijo menor.

—Por las herramientas en el taller puedo ver que ustedes usaban la soldadura —deduje—. Bien, ¿podría intentar abrir el cajón con su llave?

—¿Cuántas veces tengo que decirte que la llave no entra?

—Estoy intentando ayudar, pero si no quiere poner de su parte me puedo ir con todo gusto —espeté desesperada—. Ahora, ¿pondrá la llave o no?

Hubo un silencio muy pesado en ese momento, al final el hombre introdujo la llave y sonó un pequeño tronido dando a entender que la llave había entrado.

Noches efímeras | JinshiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora