CAPÍTULO 10: Bunker

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—Dijiste que habías tomado el control de tu cuerpo estando poseída. ¿Conseguiste algún retazo de sus pensamientos?— le preguntó Sam. Emma se había dado cuenta rápidamente de que era mucho más sociable que su hermano. Aunque ambos seguían dándole bastante miedo. No eran demonios, pero por lo que sabía, podrían ser cualquier otra cosa.

—No, cada vez que intentaba leer algo, para enterarme de lo que querían hacer conmigo era como si me chocase contra una barrera— Sam asintió y se dio la vuelta en el asiento para mirar a la carretera.

—¿En qué trabajabas?— le sorprendió la voz de Dean, no le había dirigido la palabra directamente desde que habían salido del motel, todo lo que había hablado era con Sam. Levantó los ojos y se dió cuenta de que le observaba a través del retrovisor.

—Iba a empezar a trabajar de enfermera— respondió con una media sonrisa.

—Mira, eso nos puede venir bien, así no tendremos que recurrir a tratos con demonios o con ángeles si estamos a punto de morir, eh Sammy—Sam lo miró con los ojos completamente abiertos.

—Podrías intentar tener un poco más de tacto— la pelirroja también se había dado cuenta de que Dean recurría a un humor un poco negro cuando estaba incómodo. De hecho juraría haberle oído soltar esas bromas unas diez veces en lo que llevaban de mañana.

Al cabo de un rato Dean aparcó en el arcén de una carretera, al lado de unas escaleras que llevaban a una puerta por debajo del nivel del suelo. Al bajar del coche, Emma se dio cuenta de que estaban en medio de la nada. Se quedó apoyada contra la puerta del coche mientras ellos sacaban cosas del maletero. Se acerqué a ellos, al ver que el maletero parecía tener un doble fondo, en el que tenían pistolas, sal, agua, crucifijos estacas.

—Dios mío...—susurró.

—Bienvenida al mundo real— soltó Dean irónicamente, cerrando.

Pasó por su lado, con Sam junto a él, y  Emma salió corriendo tras ellos sin querer quedarse atrás. Dean abrió la puerta, y todo lo que la pelirroja pudo ver al otro lado fue oscuridad, hasta que atravesó la puerta y las luces se encendieron.

Lo que a la vista tenía la apariencia de ser un pequeño sótano, era casi como una casa bajo tierra, un búnker. Había una mesa enorme con un mapa dibujado sobre ella, y gran cantidad de sillas que la rodeaban. Más allá, una biblioteca se extendía a lo largo de otra sala.

—¿Cuántas personas vivis aquí?—se atrevió a preguntar desde lo alto de las escaleras metálicas que daban a la sala.

—Sólo Sam y yo— contestó Dean.

—¿Y todo esto es para vosotros?

—Sí, y aún no has visto el resto— respondió más animado, dejando a un lado su recelo por el orgullo de poseer aquel sitio.

—¿Hay más?—curioseó Emma bajando las escaleras a toda prisa con sus cosas.

—Dean, llévala hacia los cuartos para que escoja uno. Yo voy a empezar a buscar información sobre Pandora-—la pelirroja se acercó al mayor de ños cazadores acon intención de seguirle a través de la entrada a un pasillo que no había visto antes.

—Empollón— murmuró este en voz baja, provocándole una pequeña risa que tuvo que disimular como una tos.

Dean le miró por encima del hombro con una sonrisilla de suficiencia, con la chica tratando de mantener su ritmo, tenía que ir casi corriendo para poder seguirle el paso.

—¿Puedes ir un poco más despacio?— escuchó como chascaba la lengua y al momento armonizaba sus pasos a los de ella—. ¿Por qué estáis solos?

—Los que se dedican a lo mismo que nosotros no duran mucho tiempo— respondió el otro secamente.

—Oh, vaya lo siento.

—Aquí están todas las habitaciones, puedes escoger la que quieras, salvo esta y esta— le comentó, señalando dos habitaciones una a continuación de la otra.

La pelirroja supuso que serían la suya y la de su hermano y asintió indicando que le entendía.

—¿Sabes volver?

—Sí, creo que me he quedado con el camino.

—Eh, vale—le contestó el cazador, girando sobre sus talones y dejándola sola.

Pasó las dos habitaciones correspondientes a los hermanos y eligió la siguiente, pensando que si ocurría algo lo mejor era estar cerca de ellos.

Dejó las bolsas con la ropa que se había encargado el demonio de coger de su armario antes de salir de su piso. Lo miró todo con asco. Había cogido de lo que tenía la ropa que más enseñaba. No es que se quejase, al fin y al cabo la había comprado ella misma.

Echó un vistazo a la habitación. No podía quejarse, aunque todo tenía un tono bastante neutro, con paredes grises y muebles de madera, la cama era bastante grande, de matrimonio. Había dos mesillas, una a cada lado de la cama, con una lámpara encima, un armario, y una cómoda.

Decidió que iba a tomar una ducha y echó un vistazo rápido por la habitación buscando una toalla, no quería molestar a los hermanos más de lo necesario. Abrió el armario y divisó que en la estantería más alta había un par de toallas. Pegó un salto y agarró la más baja.

BECOMING A HUNTER ⇘ SUPERNATURAL ✓ EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora